La historia, políticamente incorrecta, en una taberna de Formentera al hilo de una conversación (desconozco si trascendental o de no sé qué decirte. Sin móvil por medio) entre una pareja en un catalán que a duras penas entendía, pese a mi nivel C (está mal escuchar las conversaciones de los demás, me dijo mi madre en plena pubertad). En esas que aparece un término ininteligible para humanos del nordeste peninsular (Catalunya) y baleáricos poco avezados en jergas territoriales. Sin más la señorita en cuestión dice «u cotxo» que en el contexto sería normal, pero que fuera suena a interjección; ‘concho’ o lo que es lo mismo la contracción de ‘córcholis’. Mientras el chico replicó «Es cotxo». La curiosidad mató al gato, dice el refranero. Rápidamente puse la mente en guardia y pregunté por tales términos. Averigüé que ella era de y residente en Pollensa y él lo mismo, pero en Artà (Mallorca, claro). Pollensí, me dijo la señorita que se llamaba está fórmula lingüística. Es verdad que desde Formentera nos resulta difícil seguir una conversación en mallorquín, pese a la proximidad territorial. Trasladado a la situación de las lenguas cooficiales (yo prefiero decir maternas) en las Cortes… puse la imaginación en marcha y me pregunté si un diputado de Pollensa tiene que dirigirse en catalán normalizado o puede hablar en pollensí. No es una cuestión baladí, pese a que suene a chirigota. Se imagina al traductor/a con su catalán de Pompeu y Fabra escuchar ‘u cotxo’. La respuesta inmediata, dada su condición humana, sería ‘jolines, no entiendo nada’, en la linotipia aparecería eso de forma literal, cuando el diputado/a de Pollensa se refería al coche. Luego a corregir el diario de sesiones, aunque la señora Armengol que debe dominar las jergas interiores de Mallorca, procedería a detener la sesión y enmendar el entuerto.
La cosa se complica si un diputado de Asturias abre su turno de réplica diciendo aquello de ‘Fai un cutu qu’escarabaya’l pelleyu’, aquí sí que el gremio de traductores se hace el harakiri en plena sesión plenaria (abstenerse en sesiones de investidura) y por qué no en fabla aragonesa… puestos a exaltar la variedad cultural y lingüística de nuestro país contemplemos todas las posibilidades. La realidad es que el baremo han sido las lenguas de las autonomías llamadas históricas, las de 151 de la Constitución, como si Asturias o la propia Aragón no tuvieran historia a sus espaldas. Recuerdo en un viaje a Sicilia que los más viejos del lugar seguían reconociéndose ‘aragonesis’. Asturianos, aragoneses y otros no tienen cromos para cambiar. Será por eso.