Cuando me lo contaron no me lo creí. Inmediatamente fui a verlo y reconozco que, emocionado, hasta se me saltaron unas lagrimillas. Sí, al fin, el Consell ha comenzado a instalar pantallas en las paradas de autobús para que los usuarios sepan cuánto falta para la llegada del próximo vehículo. Como en el resto de España. Lo normal en el mundo civilizado desde hace muchos años. Este es otro ejemplo de la anómala situación (comparable a la de algún país del África tropical) en el transporte público que desde hace lustros vivimos en esta isla. Sólo espero que esas flamantes pantallas funcionen (aún no lo hacen) algún día y para siempre, no como las de aquel fiasco promovido hace seis años por la exconsellera de Movilidad socialista Pepa Marí, un plan piloto de corta vida. Otro paso necesario es ‘civilizar’ las paradas, que en muchos casos tienen un aspecto lamentable y están muy deterioradas. En la de mi barrio, los horarios están impresos en un cartel de tamaño A4 que inicialmente fue pegado con celo en el cristal de la marquesina pero que, desgastado el pegamento por el sol, a veces te lo encuentras en el asiento de madera, otras tirado en el suelo. Por no hablar del acceso, un largo y peligroso tramo sin acera lleno de charcos y barro cuando llueve, lo normal en Can Bonet.
