Cada vez más escucho eso de que Ibiza ha perdido su alma y de que hemos vendido aquel espíritu que nos hacía únicos. Críticas que tienen parte de razón, pero no toda. ¿Recuerdan cómo era la fiesta aquí hace 20 años? Recuerdo discotecas abiertas 23 horas al día. Recuerdo bajar por la carretera de Sant Antoni a Vila sorteando a los ingleses que invadían la calzada. Yo era joven y me divertí bastante, pero cada verano era una masacre. Respecto a vender nuestra alma… todas las urbanizaciones que vemos, todo lo que se construyó, ¿todo eso lo hizo el espíritu santo? No se destruyó más no por falta de ganas, sino por falta de brazos, que si no se habría construido el triple. Aquí siempre ha mandado el dinero, no se engañen. Que el Consell -gobernado por la derecha- ordene la demolición de una construcción en Cala Molí por invadir un espacio protegido, antes hubiera sido inconcebible. Valores como el respeto por el territorio, que antes no existían, ahora son transversales. Antes funcionaba un caciquismo implacable, ahora hay una alternancia política saludable. Respecto a la situación de las personas que sufren una discapacidad severa, la mejora ha sido extraordinaria pese a que todavía queda mucho por recorrer. Eso sí, la Ibiza de antes tenía una ventaja, y es que éramos más jóvenes. Nada más.
