Tanto la estadística como su hija política la prospectiva se mueven en la superficie sintomática de los quereres de una sociedad, o sea, sus estados de «opinión» y lo que esa sociedad cuenta de sí misma. En situaciones normales esos estados de opinión marcan la pauta de un resultado electoral, pero en algunos momentos lo mueven las fuerzas profundas, con frecuencia ignoradas hasta por los millones de personas movidas por ellas. Luego los sociólogos tratarán de interpretar como mejor pueden los grandes cambios, que, como ocurre con la mar de fondo, a veces vienen de tormentas lejanas en el tiempo y en el espacio. Podemos atribuir la espectacular derrota de Sánchez a la ley del «sí es sí» o sus piruetas trans, pero la herida que ha sangrado en España son sus pactos para desactivar los separatismos, ni entendidos ni siquiera explicados (no podía, so pena de dejar en pelota a sus socios).
