Cuentan de un sabio que un día...

Se vino a hacer la temporada a Ibiza. A mí lo que está pasando en la isla me recuerda el poema de Calderón de la Barca sobre el miserable que se sustentaba sólo de hierbas y al preguntarse si había alguien más triste que él vio a otro recogiendo sus sobras. No importa que cada vez sean más los trabajadores que se marchan o renuncian a volver, hastiados de que los esquilmen, de infraviviendas, de chabolas a precio de oro, de estafas..., pobres con empleo y sueldo pero sin techo. Sobre todo en el caso de los temporeros menos cualificados, con salarios irrisorios frente a la carestía de la vida aquí, pero tan indispensables para que la rueda de la prosperidad no se pare como el alto ejecutivo, si uno no regresa siempre hay otros detrás para sustituirlo. De los sótanos para peninsulares de los 50 a los campamentos de la codicia ajena que recrean hoy los saharauis en esta isla de ricos para mantener a la familia en su desierto, cada año vamos a peor. Pero mientras haya posibilidades de continuar aprovechándose de la necesidad del otro, el chiringuito seguirá funcionando. Y ya puede crecerse esa ultraderecha defensora a ultranza del liberalismo económico y la no intervención con sus bravatas y sus discursos xenófobos, que sin los inmigrantes a los que insultan en Ibiza la industria turística colapsa. Dicen muchos de aquellos trabajadores sintecho que les da vergüenza salir en la foto. Qué perversión de sociedad. La vergüenza debería dárnosla a los demás.

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