Editorial

Prohens, entre Vox y la responsabilidad política

La vorágine política que se desató el 28M, con la debacle del PSOE y Unidas Podemos en toda España, ha abierto una etapa de incertidumbre que culminará dentro de dos meses con las elecciones generales del 23 de julio. El imprevisto adelanto de los comicios por parte de Pedro Sánchez ha provocado un cierre de filas en ambos partidos en Balears y les ha servido de coartada para no admitir sus propios errores. Podemos se ha hundido y ha iniciado el mismo camino hacia la irrelevancia que ya transitó Ciudadanos, y el PSOE se aferra a la movilización del voto útil para frenar a la ultraderecha como su gran -y prácticamente única- baza electoral. A los socialistas les interesa que se visibilicen los vínculos de gobierno entre el PP y Vox para alentar el miedo y atraer el voto de los indecisos, abstencionistas o votantes de otras opciones de izquierda.

En este escenario de precampaña, en el que la consigna es no mostrar el mínimo signo de debilidad y menos asumir errores, ni el PSOE ni Podemos han hecho autocrítica en Balears ni en las Pitiusas, nadie ha asumido ninguna responsabilidad política por algunos descalabros y mucho menos se han producido dimisiones: tan solo se han limitado a aceptar que han sido víctimas de la ola conservadora que ha arrasado en todo el país, pero han defendido su gestión en todas las instituciones (desde el Govern a los ayuntamientos en los que gobernaban). Una oportunidad perdida para sacar conclusiones sobre el batacazo que acaban de sufrir y que es probable que sea el preludio de lo que ocurrirá dentro de dos meses.

Mientras tanto, Marga Prohens, al frente del PP balear, trata de asegurarse la investidura y un Govern en solitario sin necesidad de pactar con Vox, que no dependa de la ultraderecha y de sus exigencias. Este distanciamiento de Vox es una declaración de intenciones cargada de sensatez y responsabilidad política a la que nada se puede objetar, pero un objetivo muy complicado de alcanzar en un contexto electoral como el que existe ahora. Prohens se encuentra ante una difícil encrucijada: quiere gobernar sin depender de Vox, pero no hay por ahora ninguna otra fuerza parlamentaria con la que pueda pactar para facilitarle la investidura. Sacar a Vox de la ecuación de gobierno es lo más conveniente para el PP, al que perjudicará dejarse arrastrar a posiciones extremas en temas sensibles, como la educación, la lengua, el autogobierno o la inmigración, y lo es también para Balears, donde la inmensa mayoría de la ciudadanía está en la centralidad, lejos de los extremos y los populismos de todo signo; pero el verdadero alcance de esa pretensión habrá que verlo en la capacidad para alcanzar acuerdos con otras fuerzas políticas y sobre todo ante la eventualidad de una repetición de las elecciones autonómicas.

La semana que viene Prohens iniciará conversaciones con los demás partidos con representación en el Parlament en busca de algún pacto de mínimos para su investidura como presidenta del Govern, pero será difícil que lo consiga. El PSOE ha descartado de forma tajante cualquier acuerdo que haga presidenta a Prohens, y Mes per Mallorca está negociando integrarse en Sumar, por lo que difícilmente aceptará abstenerse. El PP tiene 25 escaños, más el de Sa Unió de Formentera, por lo que le faltan cuatro para alcanzar los 30 que le darían la mayoría absoluta; por tanto necesitaría el voto -o la abstención en segunda votación- de los ocho diputados de Vox, un respaldo que sólo quiere ofrecer a cambio de formar parte del Govern y asumir responsabilidades de gestión. Les interesa especialmente Educación, lo que ya ha encendido todas las alarmas en el sector de la enseñanza, donde aún está muy vivo el recuerdo del levantamiento contra la política lingüística que intentó implantar sin consenso José Ramón Bauzá. El TIL fue su tumba política y llevó al PP a una derrota histórica en 2015. El PP recuerda bien aquel doloroso episodio, que abrió una crisis profunda dentro del partido y les llevó ocho años a la oposición. En las filas populares, y entre la mayoría de sus votantes, no se entendería que Prohens se sometiera a la extorsión de Vox durante cuatro años.

La candidata del PP sabe que no puede gobernar a cualquier precio y que ceder a las exigencias de la ultraderecha le puede conducir a una situación muy comprometida en una Comunidad que huye de planteamientos radicales y que ha sabido resolver por consenso asuntos tan vertebrales como la normalización lingüística o la estructura de su autonomía. No lo tendrán fácil Prohens y el PP balear para mantenerse firmes en su voluntad de no ligarse a Vox, porque arreciarán las presiones de una parte del ecosistema conservador nacional e insular para desalojar cuanto antes al Govern de Armengol. Pero son precisamente este tipo de decisiones, en las que hay que elegir entre el interés general mayoritario y el interés coyuntural de partido, las que dan la verdadera medida de un gobernante.

DIARIO DE IBIZA