Sánchez y la dinámica de los fluidos

Alguna que otra mañana, Leonardo da Vinci bajaba a la plaza en Turín con una jaula para comprar gallinas y otras aves de corral con el fin de estudiar cómo arrancaban el vuelo. Le interesaban también los insectos, los murciélagos, cualquier bicho volante, obsesionado como estaba por la capacidad pajaril de mantenerse en el aire batiendo las alas. Tanto que aprovechó la reclusión obligada por un brote de peste para concentrarse en la cuestión e inventar una máquina de volar que no fue muy allá pese a la conjunción de poleas, pedales y palancas.

Con todo, algunas observaciones del genio florentino resultaron fundamentales en la aproximación a la aerodinámica. ¡Ah, el sueño de volar! Fascinó a los humanos desde las cavernas, desde que el sol derritió la cera en las alas de Ícaro, y una vez conseguido, lo de volar, hemos acabado convirtiéndolo en tortura: las colas, el laberinto ganadero hacia el escáner, las bandejas, los líquidos, tire la botella de agua, quítese el cinturón.

Viene este exordio a cuento de que el gran anuncio, la arriesgada maniobra de Pedro Sánchez, me pilló en pleno vuelo transoceánico, de regreso de México. Subí al avión con el recuento aún calentito y el espíritu de Rita Barberá («¡qué hostia... qué hostia!»), para aterrizar al cabo de 11 horas sobre un país patas arriba, con otro zasca: urnas el 23 de julio, sobre la arena de la playa, al riiiiiico coco helado. Por lo menos, el adelanto electoral ahorra cuatro meses de turre y matraca.

Bien mirado, habría preferido quedarme suspendida «nello spazio senza fine», en plan Jimmy Fontana, extranjera de mí misma, flotando en el no–lugar de las nubes, en el no–tiempo de ir atravesando husos horarios, a 12.000 metros sobre el suelo, tratando de echar una cabezada a pesar de la tortícolis, enjaulada como una gallina turinesa.

Estoy desconcertada, por el anuncio sorpresa y el melocotón del ‘jet lag’. Pero creo que el líder del PSOE haría bien en pensar sobre la dinámica de los fluidos: mediante la observación de los pájaros, Leonardo llegó a la conclusión de que el ser humano no podía generar, solo con los músculos, energía suficiente como para poder elevarse a sí mismo. El secreto de mantenerse en el aire no es tanto la potencia mecánica de las alas, como el equilibrio entre las fuerzas que empujan hacia abajo y las que elevan en el aire. Las que arrastran hacia abajo ya las conocemos. Y las que impulsan hacia arriba, Sumar y Podemos, han organizado un lío descomunal. Fluir, equilibrio, flotar. A ver.

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