Para empezar

¿Qué festejamos?

Elena González

Elena González

Los barrios históricos no nos pertenecen. Vara de Rey se ha convertido en un escaparate de las mismas grandes marcas que te encuentras en cualquier otra urbe, donde lo ibicenco está cada vez más ausente. La Marina es desolación invernal, sin apenas comercios ni servicios para los resistentes de todo el año, un ‘negocio’ que abre por temporada con pisos y precios turísticos y noches de decibelios en el puerto. La plaza del Parque, un bar al aire libre hasta las 3 o 4 de la madrugada donde los vecinos tampoco contamos. Sa Penya, una herida abierta. Las praderas de posidonia, Patrimonio y oxígeno de la Humanidad, ‘bosques’ que se deforestan por los vertidos de fecales de depuradoras insuficientes frente a la presión humana, de salmuera de las desaladoras, por los fondeos de patanes con tanto billete como ignorancia o falta de respeto... plantas que intentan sobrevivir en un mar cada verano más cálido. Y Dalt Vila, epicentro de la declaración de la Unesco, la imponente estampa de un barrio gentrificado y falto de vida durante gran parte del año que este fin de semana encarna como nunca el destino de parque temático al que las fuerzas del mercado, con la inestimable ayuda de las administraciones, la han condenado. Aunque siempre por estas fechas me pregunto qué narices festejamos, no criticaré la Ibiza Medieval, sus patadas a la historia y sus legendarios sablazos, porque estos son los únicos días en que la ciudad sube a sus murallas e incluso sin elefantes, las ‘recupera’. Diviértanse pues y disfruten mucho de una fiesta que por el momento todavía está concebida fundamentalmente para los ibicencos. Que de lo demás, nos están expulsando.

Suscríbete para seguir leyendo