desde la marina

Sant Carles, peatonal

Miguel Ángel González

Miguel Ángel González

Sorprende que cueste tanto decidir intervenciones que son de sentido común. No sé cuántas veces se ha insistido en estas páginas en la conveniencia de ampliar tanto como se pueda la peatonalización de los pueblos. Por muchos motivos. En primer lugar, porque no tiene sentido que centros poblacionales pequeños se llenen de coches cuando todo el núcleo urbano se puede caminar de un extremo a otro en unos minutos. Y peor es que los vehículos lo atraviesen por no haber previsto rondas que lo circunvalen. Poco a poco se está consiguiendo. Se hizo con excelentes resultados en Santa Gertrudis. Algo habría que hacer en el intento que se ha quedado a medio camino, por ejemplo, en Jesús y Santa Eulària que, aunque tienen rondas, mantienen la carretera antigua que cruza y divide el pueblo. Y algo parecido pasa en Sant Josep y Sant Joan, donde la carretera parte en dos el pueblo. Sant Antoni, como siempre, es el último municipio en reaccionar. No estaría mal que se pusieran las pilas sus mandarines.

El caso de Sant Carles clamaba al cielo porque la carretera, además de atravesar el pueblo, lo hacía con dos curvas infernales y, para más inri, había convertido la plaza que queda frente a la iglesia en un aberrante estacionamiento. Otro motivo no menor para peatonalizar los pueblos lo tenemos en los templos que son principal activo patrimonial. ¿Cómo no nos hemos dado cuenta que estas iglesias históricas y de preciosa arquitectura necesitan respirar, exigen aire, plazas despejadas que permita revalorizarlas?

En algunos casos, hemos llegado tarde. El caso más flagrante es el de Sant Jordi, un templo almenado singularísimo que ha quedado cegado con las contrucciones de su entorno cuando debería debería verse y llamar la atención a cualquiera que pasara por la carretera. En fin, bien está la peatonalización de Sant Carles y que el ejemplo, sirva para que, en la medida de lo posible, donde todavía se pueda, se mejore el entorno de las iglesias y que, con menos vehículos dando la murga, se pacifique la población.

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