Semana de pasión

Miguel Ángel Riera

Miguel Ángel Riera

Las calles se llenan esta mañana de ramos de olivo, de palmas que han confeccionado la mayoría de ellas en Elche, otras en nuestras parroquias. iniciamos la Semana Santa, una semana de Pasión y de gloria de Resurrección. Manifestación de nuestra fe de manera pública y notoria. Una fe que muchas veces aparece, como tantas otras cosas, adormecida.

Iniciamos Semana Santa e iniciamos temporada turística. Las calles también se nos llenan de turistas. Una Semana Santa diferente, en plena campaña electoral. Todo promesas. Una sola certeza. El sufrimiento y la desesperación no pueden abatir el ánimo cansado de tantas personas que viven el inicio de la temporada como una oportunidad para salir del bache que están pasando. Una oportunidad laboral que les ayude a dignificar su situación personal y familiar, siempre pasando por la problemática de encontrar una vivienda, una habitación, un lugar donde reposar decentemente después de largas horas de trabajo. De hecho el próximo martes se presenta un estudio, ‘Entre cuatro paredes’, sobre la situación laboral de mujeres como cuidadoras en régimen interno en nuestra isla.

La esperanza no defrauda, nos recuerda San Pablo en una de sus cartas (Rom 5,5). El Papa Francisco en una de sus reflexiones sobre este pasaje nos recuerda que “es la gracia de experimentar que Dios nos ama y que está siempre a nuestro lado, que no nos deja solos ni siquiera un momento en nuestra vida. Y esto, como dice el Apóstol, genera paciencia, porque sabemos que incluso en los momentos más duros y turbulentos, la misericordia y la bondad del Señor son más grandes que cualquier otra cosa y nada nos arrancará de las manos y de la comunión con Él”. En esto consiste la verdadera esperanza.

Difícil hándicap, ¡no perder la esperanza! Entre otras cosas pasa por reconocer que todo no depende de nosotros. Nos necesitamos los unos a los otros. Lo descubrimos en nuestra vida personal, familiar y de amistades. No estamos creados para vivir solos. Parece como si estuvieras creado para la dependencia, una dependencia de la solidaridad, del amor y del cariño de los demás. Podemos sobrevivir sin estas realidades, pero constantemente experimentamos que con la ayuda de los demás vivimos mejor. Nos sentimos más personas y más realizados.

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