Para empezar

Pilar Garzón, mujer extraordinaria

Cristina Martín Vega

Cristina Martín Vega

Pilar Garzón y sus niños ya hombres y mujeres rescatados de la miseria y el desamparo a base de amor y educación nos devuelven la confianza en la humanidad. Son un ejemplo del poder transformador de una persona sobre su entorno, de cómo la empatía y la firme creencia en la justicia social son un motor que puede cambiar el mundo de alrededor y la vida de otras muchas personas. Pilar descubrió en los años 80, como vecina, un día que iba buscando a un perro, el abandono en el que estaba sumida sa Penya y los niños que allí vivían, desnudos, sin ir al colegio y en calles llenas de charcos. Su indignación movió montañas: presionó al Ayuntamiento para que actuara; promovió la escolarización de varios centenares de niños, que iban pasando por una escuelita «puente» habilitada en una vivienda del barrio, en la que ella les enseñaba para después poder incorporarse a un colegio; defendió a capa y espada el derecho de aquellos críos a tener una educación, una tabla de salvación para salir de la miseria material e intelectual y de la marginación. Acogió en su casa a niñas, niños y adolescentes en situación de desamparo cuando no existían ni servicios sociales ni centro de menores, la droga hacía estragos y el Ayuntamiento tumbaba infraviviendas sin buscar soluciones a los niños que vivían en ellas. Una historia que el Premi 8 de Març otorgado por las Dones Progressistes ha dado a conocer. Qué inmensa, extraordinaria mujer.

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