Diario de Ibiza

Diario de Ibiza

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Óscar Rodríguez

Decrecer para vivir

Decía Julio Anguita en un ya lejano 2008: «Desde la izquierda no podemos defender un mundo en el cual el pastel esté continuamente creciendo para que entonces puedan otorgarse a los de abajo las migajas».

Esta frase también es adecuada para hablar de la difícil relación que tiene la izquierda de Eivissa con nuestro modelo turístico: la conciencia que está sobredimensionado y es insostenible, pero también de que es el que actualmente da de comer a buena parte de los trabajadores.

Una dicotomía en la cual es necesario no dejarse llevar por fórmulas mágicas. Es necesario diversificar nuestra economía y depender menos del turismo, pero no nos engañemos, Eivissa no se convertirá en Silicon Valley ni en un hub del sector fetiche del conseller de turno. Nuestra principal industria seguirá siendo el turismo.

Tenemos dos certezas. Por un lado, que las actuales cifras de visitantes están sobredimensionadas respecto de los límites físicos de la isla. El retorno a cifras de 2019 que algunos tan irresponsablemente han celebrado sólo deja patente que ni siquiera tenemos suficientes trabajadores para atender al número de visitantes que recibimos, además de la masificación y los daños ambientales que provocan.

Por otro lado, que estas cifras tienen caducidad. Hay dos opciones: o nuestro modelo masificado acaba con nuestra competitividad como destino turístico reduciendo drásticamente el número de visitantes o se reduce por el fin de la era de los combustibles baratos y, por lo tanto, de los vuelos baratos.

Por lo tanto, el decrecimiento es inevitable. La cuestión ahora es decidir si lo hacemos por las buenas o las malas.

La aceptación de esta realidad permite que volvamos a emplear el verbo «planificar» tan denostado por los defensores del libre mercado. Decidir en qué sectores turísticos tenemos que decrecer y sobre todo, cómo se reparten las ganancias y pérdidas de estas decisiones. Una planificación económica y ecológica hecha en favor de la mayoría, en lugar de un capitalismo de la escasez que concentre los escasos recursos en manos de unos pocos.

Empecemos por dónde decrecer. A pesar de los loables intentos de decrecimiento de plazas de la nueva ley turística, es evidente que será insuficiente para tener un modelo sostenible en el tiempo. Hay que enfocar inicialmente la reducción en aquellos sectores que menos ocupación generan y más externalidades negativas tienen. Es una decisión fácil: cruceros y alquiler turístico.

El turismo de cruceros es un cáncer. Ninguna de las ganancias económicas que genera (normalmente exageradas por las patronales) compensa sus externalidades negativas. No solo contaminan masivamente y destruyen nuestro mar y paisaje. También ofrecen unas condiciones laborales lamentables a sus trabajadores y tributan en paraísos fiscales. Además, sus beneficios recaen en muy escasas manos.

Los perjuicios del alquiler turístico, legal o ilegal, los conocemos bien porque los vivimos de primera mano. Ya no nos engañan los anuncios naifs de Airbnb, pocos de los propietarios de alquileres turísticos son ancianos que buscan complementar la pensión o trabajadores que pagan la hipoteca gracias a esta actividad, sino empresas, grandes y medianos propietarios. Y estos son los únicos que obtienen beneficio de esta actividad. El resto nos tenemos que conformar con el desbocado precio del alquiler, los problemas de convivencia o la urbanización de nuestro campo. Hay que prohibirlo y a quien llore recordarle que pueden alquilar el piso en el mercado residencial.

Las políticas tienen ganadores y perdedores. El decrecimiento también. Pero lo cierto es que nuestro modelo está tan sobredimensionado que el nivel de vida de las clases populares de las Baleares puede ser igual o mayor con un número de turistas bastante menor del actual. Ahora bien, teniendo claro que los beneficios de Matutes, Escarrer y compañía serán menores.

¿Y esto cómo se hace? Sin duda no se logrará regalando dinero a las patronales hoteleras. Sino con fiscalidad progresiva, con lucha sindical para mejorar las condiciones de los trabajadores, con intervención pública de la economía y limitaciones urbanísticas. De poco serviría limitar el alquiler turístico en suelo rústico si permitimos que los ricos sigan construyendo segundas residencias.

Un nuevo modelo turístico es inevitable. No será ni fácil ni rápido, pero si como sociedad no decidimos cómo decrecer, tal como decía Machado «otros lo decidirán por nosotros y probablemente contra nosotros».

Óscar Rodríguez Aller | Regidor d’Unides Podem a Santa Eulària des Riu

Compartir el artículo

stats