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Juan José Millás

Vibraciones sentimentales

Parece que han inventado, o están a punto de inventar, un blíster inteligente, capaz de controlar las pastillas que se toma uno al día. O las que se deja de tomar, que viene a ser lo mismo. Será muy útil para pacientes polimedicados, pues el cacharro envía alertas a las personas allegadas cada vez que se produce un fallo en la ingesta medicinal. No es fácil tomarse disciplinadamente la pastilla para la memoria cuando lo que le falla a uno precisamente es la memoria. Lo que nos llama la atención, en cualquier caso, de este blíster es su adjetivo: “inteligente”. De un tiempo a esta parte, todo es inteligente, desde el móvil al televisor, pasando por el frigorífico o el automóvil. Nos parece muy bien, pero convendría recuperar otro adjetivo que estuvo de moda hace años y que guarda más relación con el corazón que con el cerebro. ¿Para cuándo, en fin, un blíster emocional, un televisor emocional, un móvil emocional, incluso una agenda emocional?

Estoy repasando la mía, que no sé si es muy lista, pero que carece completamente de emociones. Todas mis citas tienen que ver con cuestiones de trabajo o meramente prácticas. Esta semana vendrá el calefactor a revisar la caldera y el electricista a reparar un circuito. Son citas inteligentes porque el invierno está siendo duro y no puedo prescindir del gas ni de la electricidad, pero no son emocionantes. No las espero con la ansiedad del que anhela la aparición de un ser querido. Llegarán, abrirán sus maletines, hurgarán en las entrañas de los aparatos que corresponda, emitirán un diagnóstico y me facilitarán un presupuesto. Hay más amor en la lista de la compra que en un presupuesto. No obstante, yo los leo con atención, por si al operario (o a la operaria, que este genérico es muy limitado) se le hubiera escapado una palabra de afecto.

La semana pasada vino el fontanero y le invité a un café para ver si era posible entablar una conversación de carácter personal, pero lo rechazó porque tenía muchas visitas, eso dijo. Muchas tuberías que arreglar, muchos lavabos que desatascar, muchos riegos automáticos reventados por culpa de las últimas heladas. Todo muy práctico, como el blíster inteligente. Pero, ¿dónde hemos abandonado la vibración sentimental? Pues eso.

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