Desde la marina

Desde la perplejidad

Miguel Ángel González

Miguel Ángel González

Si Dios existe, su creación es una chapuza. ¿Qué sentido tiene dejar que nos juegue tan malas pasadas una naturaleza indiferente que mata a cientos de miles de personas, niños incluidos, en terremotos, erupciones volcánicas y tsunamis? ¿Quién puede explicarnos el sufrimiento de los inocentes? Uno puede entender el mal que provocamos los seres humanos en el mal uso de nuestras libertad, y que hayamos convertido el mundo en un infierno de guerras y genocidios. “Homo, homini lupus” dijo Thomas Hobbes. Pero ¿qué sentido tiene esta naturaleza desatada que crea catástrofes como la de Turquía y Siria, y que en unas horas deja 100.000 muertos y posiblemente más de 200.000 heridos. Yo no creo en un Dios que nos castigue, pero pongo en duda la existencia de un Dios con tales tragaderas. Bien entendido que el Diluvio y Babel tampoco fueron castigos, como nos han dicho. No pasan de ser metafóricos cuentos orientales.

Por una simple desobediencia, comer una manzana, nos dicen que Dios tuvo que enviarnos a su Hijo para dejarse crucificar -¡nada menos!- y redimirnos de un pecado que, vaya usted a saber por qué, recaía en toda la Humanidad. ¡Sorprendente! Pero si por tan poca cosa hizo tan espectacular sacrificio, bajando a estos andurriales y dejándose matar, ¿no podría ese mismo Dios, que supuestamente es amor, echarnos una mano y evitarnos estas desgracias de la naturaleza que nadie ha provocado y son meros defectos de fabricación? Por favor, no juguemos con el personal con penosos malabarismos. Nos dicen que Dios no quiere nuestras desgracias, pero está claro que las permite. También nos dicen que está con los desvalidos y con los que sufren. Pues no se nota. Puede que en otros tiempos hiciera muchos milagros, pero lo que es ahora, ‘si te he visto, no me acuerdo’. Está desaparecido. Cargar, por otra parte, la culpa de las muertes del terremoto –como he leído- a la mala construcción de los edificios, aunque sea verdad en parte, es dejar que Dios se salga por la tangente. Y no es eso. ¿No es Dios responsable de nada? Es culpable, como poco, de su silencio y su indiferencia.

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