Una ibicenca fuera de Ibiza

Tratado de Cielos Abiertos

Pilar Ruiz Costa

Pilar Ruiz Costa

En esta labor de escribiente semanal tenía más que cocinado un artículo. Una estupidez hablando de ovnis, pero quiere la actualidad que mi atención fuera más allá de aquellos globos en el cielo y, entre lo humano y la ciencia ficción, ¡qué quieren que les diga! Me pirra lo primero…

Y humano —rayando lo divino—, nos ha sorprendido un querubín rubio, Jakub Jankto, jugador del Getafe Club de Fútbol cedido al Sparta de Praga, regalándonos la víspera de San Valentín la confesión pública de su homosexualidad: «Como todos, también quiero vivir mi vida en libertad, sin miedos, sin prejuicios, sin violencia. Y con amor. Soy homosexual y ya no quiero esconderme». De nuevo, con la actualidad en la mano, todo lo que debería importarnos de con quién se acuesta un futbolista es que sea consentido, pero la noticia es tan absolutamente noticia porque Jankto es el primer jugador en activo de la Liga española en dar, más que un paso, un salto de gigante.

Nadie en su sano juicio cree que es la excepción en el fútbol —hasta ahora masculino y mucho masculino—, sino que el temor a perder contratos, patrocinios o la crueldad tan presente en las gradas como las pancartas los mantienen en la tesitura de elegir mostrarse cómo son o una camiseta. Recuerden a Jesús Tomillero, el primer árbitro profesional en hablar abiertamente de su homosexualidad en España en 2016. Meses después, bajo protección policial abandonaba su carrera tras agresiones, insultos y amenazas («o te retiras o mueres»).

María Ruiz, diputada de Vox, acusaba en el Congreso esta semana «que el alarmante aumento de casos de homosexualidad y transexualidad que se está produciendo en los últimos años está directamente relacionado con el adoctrinamiento al que están sometiendo a los menores». Como Feijóo tratando el imposible de argumentar que «el aborto es un derecho que tiene la mujer pero no un derecho fundamental», con el discurso y los brazos bien abiertos, tratando de agarrar los votantes a favor, en contra y en contra de los que están a favor, la diputada de Vox, tras la indignación provocada con sus palabras no tardó en ¿matizarlas? Saltando al comodín de «pero si nosotros tenemos en nuestras familias y amigos personas de este colectivo, ¿de verdad piensan que les deseamos el mal? Alimentan el odio entre nosotros».

Y como estos malabares de mantener la fidelidad y los fieles se dan en la Tierra como en el Cielo, también han resonado las palabras del papa Francisco en una reciente entrevista a colación de la homosexualidad: «No es un delito. No es delito…». «Sí, pero es pecado». Se replicaba a sí mismo. «Distingamos pecado de delito. También es pecado la falta de caridad con el prójimo, ¿y vos de eso, cómo andás?» Para añadir después: «Ser homosexual no es un delito, es una condición humana».

Pero como el humano Bergoglio comparte espacio con el sobrenatural representante de Dios en la Tierra, no tardaron en llegar los matices, añadiendo que no se le había entendido bien y calificando los «actos homosexuales» de «intrínsecamente desordenados». Como tras el estreno del documental ‘Francesco’ en el Festival de Cine de Roma de 2020, en el que dijera: «La gente homosexual son hijos de Dios y tienen derecho a una familia». Como hubo quienes recibieron literalmente el ‘derecho a una familia’ como el beneplácito papal a que los homosexuales formaran familias o, ¡peor aún!, a que fueran bienvenidos a la familia de la Iglesia, desde el Vaticano se apresuró un comunicado matizando que el papa se refería a un supuesto derecho de los homosexuales a ser aceptados «por sus propias familias» como hijos y como hermanos.

De vuelta a la Tierra y sus cifras: 68 países prohíben las relaciones consentidas entre personas del mismo sexo; 11 de ellos, con pena de muerte. Un estudio de las universidades de Córdoba y Sevilla en el mundo del fútbol de 2016 cifraba en más de 42.000 los jugadores LGTBI federados ocultos entre los armarios de los vestuarios. Y acabamos de conocer los datos de la comisión que estudiaba la pederastia en la Iglesia católica en Portugal en los últimos 72 años: un mínimo de 4.815 menores víctimas —y más de un centenar de sus agresores son sacerdotes en activo—. Se trasladan a Justicia apenas 25 casos porque los demás… han prescrito. En España, las cifras provisionales de la auditoría encargada por la Conferencia Episcopal alcanzan ya las 4.000 víctimas pese a «las trabas y el desprecio» mostrados por muchos obispados.

Que cada cual elija creer qué es globo u ovni; qué es pecado o delito. Pero para sí mismo.

Existe un procedimiento de Seguridad pactado entre distintos Estados que de común acuerdo consienten «la observación aérea de todos sus territorios». Recibe el bonito nombre de ‘Tratado de Cielos Abiertos’. Y a mí, que entre lo humano y la ciencia ficción, ya saben qué prefiero, me ha dado por pensar que estaría muy bien que se extendiera a absolutamente todos los Cielos. Especialmente… para los hombres buenos.

@otropostdata

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