Diario de Ibiza

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Marta Torres

Marta Torres Molina

Cargo: Redactora

Darwin, el café y las orejas

El café llega perfecto. Bueno, llega como lo he pedido. Corto. Muy corto. Cortísimo. Fuerte. E intensérrimo. Le pregunto al camarero, que tiene un acento indefinido, si es italiano, a la vista del glorioso café. Y no, no lo es. Ben es de Tel Aviv. Pero conoce el secreto infalible para servir un café celestial: «No soy italiano, sólo es que sé escuchar». Sonrío. Río, incluso. Y mientras me tomo esos dos tragos de mi potente café a escasos metros de la iglesia de Sant Llorenç no puedo dejar de pensar en ese «sólo». «Sólo». Como si no fuera nada. Como si lo de escuchar lo supiera hacer todo el mundo por el simple motivo de tener orejas. Días después, la médica emérita de Ibiza, Maria Tresserra, destacaba en su discurso al recibir la Cruz de la Orden Civil, que había que escuchar a los pacientes. Dejarles hablar, sí, pero escuchándoles. No oírles, no, escucharles. Prestar atención a lo que cuentan, leer entre líneas, interpretar sus palabras y sus silencios. Sólo (cuánto se esconde detrás de un «sólo») así es posible saber qué le pasa a un paciente y encontrar un tratamiento para su mejoría. Los escucho a los dos, a Ben y a Maria. Y me pregunto cuántas generaciones tardarán los humanos en quedarse sin orejas. Teniendo en cuenta cómo, en general, me sirven los cafés, me da que no muchas.

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