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Prats, Xescu

Patrimonio: una de cal y otra de arena

Cada año que pasa, Ibiza pierde algún elemento valioso de su patrimonio cultural y arquitectónico. Aunque desde el ámbito público se acometen múltiples inversiones, la realidad es que apenas quedan casas payesas que conserven la estructura y los materiales originales, y numerosos pozos y norias antiguos hoy tan solo son escombros. En la última década hemos visto derrumbarse dos monumentos imprescindibles de nuestra cultura, que deberían haberse protegido antes de que fuera tarde: la torre de Can Pere Mosson (Balàfia), en 2016, y el Pou des Lleó, en 2020. El primero de estos monumentos se terminó de reconstruir en 2021, con un notable trabajo de imitación, pero, al observarlo, resulta imposible evitar la sensación de que ya no es el original.

Hoy por hoy, uno de los elementos que más peligro corren es la torre de Portinatx, una de las siete que conformaban la infraestructura de defensa de la costa ibicenca que ordenó construir la corona española en el siglo XVIII. Mientras el resto de atalayas, de propiedad privada en su mayoría, se encuentran en un estado más aceptable, la de Portinatx tiene parte de sus muros derrumbados y quién sabe qué puede ocurrir cuando se produzca otra tormenta de la magnitud de aquellas que provocaron los citados desastres.

La semana pasada supimos que el Ayuntamiento de Sant Joan ha dejado caducar la subvención de 98.000 euros que le había concedido el Consell Insular para la restauración de la torre, anunciada desde 2015 y que permitiría, además, integrar este monumento en una ruta histórica y turística por la zona. La obra asciende a 217.000 euros, por lo que la inversión del Consell cubría casi la mitad del coste.

La razón, según parece, es que el Ayuntamiento y la empresa propietaria de la torre, la cadena del Hotel Six Senses (antiguo Club Vista Bahía), llevan un montón de años sin cerrar el acuerdo de cesión de uso público del inmueble, imprescindible para poner en marcha la maquinaria burocrática que culmine con las obras. Desconozco las razones de semejante retraso, pero resulta muy chocante que en el mismo periodo se haya podido remodelar y ampliar este mamotreto sin mayores dificultades y, sin embargo, no se haya solucionado dicho convenio, mientras la torre continúa su imparable progreso de degradación. Ahora, aunque se alcance un acuerdo con celeridad, habrá que esperar a final de año para reclamar al Consell una nueva ayuda, lo que se traducirá en un nuevo retraso.

En contraste, estos días se ha producido una noticia muy positiva en el ámbito de la conservación del patrimonio, como es la reapertura del Molí d’en Simó, el único molino harinero de tipo mallorquín que queda en la isla, como extensión del Museo de Etnografía d’Ibiza. Su interior alberga la amplia colección que ha reunido la folklorista Carmen Tur, fundadora de las colles de Santa Gertrudis y sa Bodega, y también conocida por su faceta como activista social y defensora de la sanidad pública. Entre los objetos expuestos, emprendades, cuchillos bordados, instrumentos y vestuario de ball pagès, utensilios para confeccionar espardenyes, mantones de payesa, una curiosa balanza de precisión para azafrán, etcétera.

El molino fue adquirido por el Consell Insular en 2001 y ahora esta colección permanecerá abierta seis días a la semana. Su apertura aporta un museo muy valioso a Sant Antoni, no solo por el contenido que ofrece, sino porque esta población es una de las grandes zonas urbanas de la isla donde no existe una exposición permanente vinculada a nuestra cultura, como sí ocurre en Ibiza ciudad y en Santa Eulària. La bahía de Port-many, de hecho, no contaba con ningún espacio dedicado al folklore ibicenco desde que cerró el museo que la familia Figueretes puso en marcha en la calle Santa Agnès, a mediados del siglo pasado.

Una de cal y otra de arena en una cuestión tan trascendente como es la conservación del patrimonio, que pone de manifiesto que, aunque se realizan importantes inversiones, aún estamos muy lejos de la situación ideal. Esta no es otra que proteger, restaurar y acercar a la ciudadanía el patrimonio que aún no ha sido víctima de la especulación voraz que caracteriza esta Ibiza del siglo XXI.

Urge restaurar la torre de Portinatx antes de que ocurra otra desgracia y lo mismo puede aplicarse a otros bienes de carácter patrimonial que se encuentran en peligro y cuyos costes de restauración, en muchos casos, no los pueden afrontar las familias propietarias, que acaban vendiéndolos antes de verlos caer. Entre ellos, por ejemplo, valiosas almazaras. Ahora que se acercan las elecciones, conviene recordar que nuestro patrimonio exige más diligencia en la gestión y los procesos burocráticos, y una inversión acorde a las necesidades.

@xescuprats

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