Opinión | Para empezar

Nuestro pecado capital

En Ibiza conocemos una de las consecuencias de la avaricia: el elevado precio del alquiler, causa de tantas dificultades para completar plantillas y de que muchos huyan de aquí porque, aun con empleo, no encuentran dónde residir. No son pocos quienes (incluso con trabajo) duermen en coches, entre ruinas o bajo árboles o al raso. Hay familias hacinadas en una habitación, que duermen en una colchoneta tirada en el suelo y pasan (en este primaveral invierno, no quiero imaginar cuando hiele) mucho frío. La cola de la cena solidaria de Fin de Año de Cáritas es el resultado de esa codicia desmedida en esta Eivissa del lujo chabacano y esnobista y de la ostentación de yates y ferraris. Aquí la gentrificación no afecta sólo a un barrio, sino a toda la isla, cuyo parque inmobiliario está siendo adquirido, poco a poco, a golpe de talonario, lo que provoca la expulsión de los más desfavorecidos. La labor de Cáritas y Cruz Roja es encomiable, pero poco puede hacer una tirita cuando tu vida está abierta en canal. Quienes gobiernan parecen ajenos a la gravedad de este problema, una vergüenza para nuestra sociedad que atañe a esos propietarios que alquilan inmuebles a precios astronómicos y que, como buenos cristianos, celebraron en paz (mental) la Navidad. Quizás el obispo debería recordarles que la avaricia es un pecado capital.

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