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Carmen Lumbierres

Arroja la religión contra los pobres

«Jesús defendía una justicia social activista, no esa representación ingenua que ilumina las calles»

Se utiliza todo lo necesario para ocultar aquello de lo que no estamos orgullosos, aunque por supuesto la responsabilidad sea de ellos. La pobreza es su culpa, la exclusión, su falta de ambición y, eso sí, su futuro, de otros. La presidenta de la Comunidad de Madrid ha pedido recuperar la cultura religiosa con un pacto para la Navidad para saber a dónde ir. Dispuesta a la ayuda como está siempre esta columnista, ya le digo que vaya con su encendido cristianismo a la Cañada Real, a levantar alguna de las veinte infraviviendas que ha ordenado enterrar bajo kilos de arena con los enseres de las familias dentro, sin solución ocupacional alternativa, o sea, dejándoles en la calle.

Quizás estamos buscando la más acertada recreación de la historia y esperamos que Jesús vuelva a nacer entre los más pobres, sin techo, ni luz, al lado de las máquinas excavadoras que serán los futuros mercaderes del templo expulsados por un látigo de cuerdas. Que Jesús, según el Nuevo Testamento, defendía una justicia social activista, no esa representación ingenua que ilumina las calles, los papeles de regalo y los belenes naif que gusta de inaugurar Díaz Ayuso, porque no le responden. Porque no le recuerdan que tenemos, entre todos, olvidados a 4.000 vecinos de la Cañada Real Galiana, 1.800 de ellos menores, sin electricidad desde el año 2020, esperando que sobrevivan como puedan pero que no se les vea mucho, que no se quejen. Que no encuentren altavoces en nosotros para hacer insoportable la imagen de la miseria mientras las ciudades se pelean por ver quién tiene más kilómetros de luces, de potencia de sonido, que se paran justo donde termina la calle Santiago de Vicálvaro, en Coslada, donde queda la nada.

Ya no es solo que se mantenga esa situación que está vulnerando la Carta Social Europea y la Constitución Española, sino que, siguiendo la práctica israelí, el desalojo aquí sin orden judicial es la nueva manera de proceder de esa política que nos llama a la confesionalidad, pero manifiesta escasa caridad cristiana con ese afán de inmortalizar en fotos, con la concejala Villacís al frente, la lucha contra la desocupación en un remedo de Walker Texas Ranger. Que estoy con el dramaturgo Bezerra, censurado por los Teatros del Canal, que Santa Teresa también la de Jesús, escupiría hoy en la cara de los que dicen defenderla. Una rebelde, una antisistema convertida en patrona de la Sección Femenina de la Falange, en santa de la raza por el franquismo que atesoraba su mano izquierda de un cuerpo descuartizado en una concepción humanista de la vida, la misma que enruna hoy a hogares porque son suyos.

Carmen Lumbierres | Psicóloga

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