Opinión | Editorial

El oportunismo electoral de Joan Torres

El equipo de gobierno de Sant Antoni ha saltado por los aires finalmente tras el voto en contra de los presupuestos del primer teniente de alcalde, Joan Torres, de El Pi, en el pleno del pasado martes. El alcalde, Marcos Serra, ya no pudo posponer más su destitución y la crisis de gobierno, y lo hizo al día siguiente; era la única salida que le había dejado Torres. Ante el veto a las cuentas por parte de su compañero de coalición, el concejal de Ciudadanos, José Ramón Martín, anunció que pasaba a la oposición. En un mandato plagado de tensiones y desencuentros, era cuestión de tiempo llegar a esta situación, la única duda era cuánto iba a resistir el tripartito de centroderecha formado por PP, El Pi y Cs y quién decidiría el momento de la ruptura: si el díscolo primer teniente de alcalde, que ya dinamitó en el anterior mandato la coalición de centroizquierda entre PSOE, Reinicia y El Pi, o el alcalde, que ha estado en el centro de las continuas críticas y provocaciones de Torres.

Hasta ahora, Marcos Serra había optado por ir capeando el temporal y mantener a toda costa a Torres en el gobierno municipal, para asegurarse la estabilidad, pero finalmente ha sido el edil del Pi quien ha desencadenado la ruptura en el momento en que podía hacer más daño al PP y en el que se aseguraba el foco mediático y el protagonismo en los medios: en el mismo pleno que debía aprobar los presupuestos de 2023, los últimos de este mandato. Curiosamente, nada había dicho ni había mostrado ninguna discrepancia cuando los tres socios del gobierno presentaron públicamente los presupuestos el día anterior, sino que aguardó hasta el momento del pleno para poner al alcalde entre la espada y la pared en público y amplificar así la humillación.

Los argumentos que ha dado Torres para justificar su espantada (y un probable bloqueo de la institución) son inconsistentes. En realidad, lo que ha hecho responde a una estrategia política con la vista puesta en las elecciones del próximo mes de mayo. Torres trata de marcar perfil propio para su partido, castigar al alcalde, que repetirá como candidato del PP, y ganar protagonismo. Ya no es la primera vez que lo hace, siempre con la misma estrategia, poniendo irresponsablemente sus intereses partidistas y electoralistas por encima de la estabilidad del Ayuntamiento. Un espectáculo lamentable que refuerza la desafección hacia la política por parte de los ciudadanos.

El PP, que queda en minoría con nueve concejales, se enfrenta ahora a una difícil disyuntiva, pues los votos de los dos ediles del Pi y de Cs son claves para sacar adelante sus proyectos frente a los diez de la oposición de izquierdas. Aunque logren el probable apoyo del edil de Ciudadanos, sin el de Torres los presupuestos no saldrán adelante, como ocurrió el martes. Por tanto, el PP tiene varias opciones, todas amargas: puede renegociar con Torres sus exigencias, lo que ofrecería una imagen de debilidad y de cesión a lo que el propio alcalde ha considerado como un «chantaje», o intentar un improbable pacto presupuestario con la oposición de PSOE-Reinicia (ocho concejales) y Unidas-Podemos (dos). Cualquiera de estas dos alternativas desgastaría al alcalde y al PP porque ninguna le saldría gratis y las dos le obligarían a aceptar concesiones. También puede gobernar en solitario con los presupuestos prorrogados, lo que no es un drama, pero no es lo que más conviene a Sant Antoni. En todo caso, debería prevalecer la responsabilidad institucional.

La actual crisis en el gobierno municipal de Sant Antoni era previsible, en vista de la trayectoria de desmarques y deslealtades del primer teniente de alcalde, tanto con este equipo de gobierno como con el anterior. Se ha demostrado que la actitud apaciguadora de Marcos Serra con Torres, evitando entrar en sus provocaciones, tampoco ha sido eficaz, tan solo ha retrasado el guión del concejal del Pi. Ahora, el futuro inmediato de la institución dependerá de su capacidad para hacer política, negociar y llegar a acuerdos puntuales con la oposición. En función de cómo consiga resolver esta grave crisis, la figura del alcalde saldrá reforzada o, por el contrario, muy tocada a tan solo cinco meses de las elecciones locales.

DIARIO DE IBIZA