Diario de Ibiza

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Juan José Millás

Circuitos eléctricos

Mi padre tenía en la frente una cicatriz que cuando fruncía el ceño adquiría la forma de un signo de interrogación. Nunca supimos cómo se hizo aquella herida, pues siempre nos proporcionaba explicaciones diferentes: una pedrada, una caída, una pequeña intervención quirúrgica… En las sobremesas de las fiestas familiares le pedíamos que frunciera los músculos de las cejas para conseguir ese efecto que tanta gracia nos hacía. Cuando expusieron su cadáver en el tanatorio, llevaba la interrogación en la frente gracias a las habilidades del tanatopráctico, al que pedimos que intentara reproducírsela. Nos pareció un homenaje a su vida.

Todo el mundo se va con una interrogación visible o invisible. En realidad, todo el mundo vive con esa interrogación que sale a flote en las épocas de crisis. ¿Cuál es el sentido de la vida? Un amigo me cuenta que su hijo acaba de preguntárselo.

-Y no he sabido qué contestarle -ha añadido.

Los hijos solo deberían hacer preguntas de tipo práctico: cómo se cambia la cadena de una bicicleta, por ejemplo, o si al cordero asado conviene añadirle vino blando o cerveza. Hablar del sentido de la vida con un hijo resulta complicado, cuando no doloroso, sobre todo si uno no ha logrado hallárselo.

Mi padre, que era un fanático de la electricidad, me enseñó a fabricar circuitos eléctricos. Los hacíamos sobre planchas de madera, utilizando alfileres para conducir los cables que salían del casquillo de una bombilla e iban a dar a los dos polos de un interruptor conectado a una pequeña batería. Cuando cerrábamos el circuito y se hacía la luz, aplaudíamos porque nos parecía milagroso. Crecí un poco con la idea de que el sentido de la vida no era otro que el de conseguir que los electrodomésticos de la casa funcionaran y de que la fontanería no tuviera pérdidas. Quizá parezca un sentido pequeño, pero metaforizaba los grandes.

Jamás hablé con mi padre de cuestiones abstractas, pese a que llevaba en la frente una pregunta de carácter metafísico. Todavía hoy, al acostarme, me lo imagino muerto, bocarriba, con la pregunta dibujada en la frente. Yo llevo esa pregunta por dentro e intento responderla construyendo frases, que viene a ser lo mismo que fabricar circuitos eléctricos.

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