Diario de Ibiza

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Samaj Moreno

De advenedizo a tránsfuga y esto en noviembre

Mi relación con las putas viene dada a través de mi pareja que hace un año fue contratada por Médicos del mundo en la sede de Ibiza. Además aprovechó los meses de invierno para estudiar el experto universitario sobre prostitución y trata de la UIB. Ya podéis imaginar esas horas de humedad fría e infusiones de salvia y romero cómo se iban aprovechando del discurso y la descomposición punto por punto y ángulo a ángulo del ecosistema antropológico, sociológico y político en relación y por ende del mundo de la prostitucion. El máster nos sirvió a los dos aunque el título finalmente sólo llevará su nombre. ¿Y por qué digo esto? En pocos días una decena de libros de la talla de: ‘Neoliberalismo Sexual’ o ‘Ética para Celia’ de Ana de Miguel o ‘El ser y la mercancía’ de Kajsa Elis Ekman, ‘La prostitución’ de Beatriz Gimeno, ‘La creación del Patriarcado’ de Gerda Lerner y también entre otros ‘Puta’ de Nelly Arcan, se convirtieron, sin mucho esfuerzo, en el abono y nutriente de dicho ecosistema.

Y poco tiempo después una tarde paseando por Pou des Lleó en modo reflexivo empecé a discernir más que descubrir esa fórmula bastante concreta de idea que no sustancia en cuanto a lo que es y no lo que podría o debería ser. Me refiero a esa discusión voluminosa entre las partes ‘Regulacionismo y Abolición’. Viendo cómo ese escenario-del-imaginario-constructivo-de-estado-ideal, normalmente llevado a culto de inspiración o modelo a seguir por países como Alemania o Holanda que son ‘regulacionistas’, generan esa controversia en la ejecución para con las mujeres que tienen que vender su cuerpo en nuestro país y la aplicación de una ley que corresponda a su medida. Porque a mí que me traten con cierta educación es algo que me parece como que normal, como a cualquiera de ellas. Y la educación nos sirve de conducto para desarrollar mejores formas de comportamiento en pro a un mundo cívico y en tanto en cuanto civilizado. Porque a quien le preguntes si la ‘esclavitud’ en cualquiera de sus maneras ejecutada a lo largo de la historia pueda hallar una manera posible de ser justificada, seguro que responde a la pregunta con gesto de negación ya que sabe que es imposible y si no por mí, que lo echen a la hoguera. En otras palabras ¿de qué estamos discutiendo? Acaso es de debate si se puede permitir el abuso de los cuerpos a cambio de dinero.

Tuve el privilegio de ir a la mesa redonda de Amelia Tiganus el pasado 27 de octubre en al Casal d’Igualtat donde presentó el libro ‘La revuelta de las putas. De víctima a activista’ y en la praxis que motivó a algunos y algunas de los participantes, ella sostuvo la palabra ‘abolición’ así en mayúsculas como quien sostiene el sesgo de su ser y persona o la evidencia en sí misma de la coherencia. Y como bien reiteró por activa y pasiva es una cuestión de educación, no ya tanto de axiomas políticos, lazos de colores o adjetivos y demagogias.

Y aquí cierro el artículo diciendo que yo no hace tanto también tenía esa estupida idea de creer que se puede regular eso que llaman ‘el oficio más viejo del mundo’, y a mis 41 años lo admito y corrijo pues con poco que he leído, investigado y reflexionado he llegado a entender que cae por su peso concreto que la ‘abolición’ es la única de las maneras de subsanar este problema social.

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