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Carol Álvarez

Jennifer Aniston o Amy Adams: buscando la supermujer a los 50

«Envejecer es un hecho como es un derecho poder hacerlo con dignidad y sin prejuicios, imposiciones de cánones y peajes estéticos»

Cuando Jennifer Aniston asaltó la portada de la revista ‘Allure’ con una espectacular fotografía la respuesta unánime fue la de estupor, un ‘uala’ que según uno digería lo que estaba viendo fue virando desde la admiración y hasta envidia a la confusión, pesadumbre o incluso indignación.

Su aspecto en la revista no solo es atractivo, ella siempre lo ha sido, sino que es de un aire juvenil que descoloca por irreal. Con 53 años, Aniston parece una treintañera. Dieta, ejercicio, biología, y retoques indeterminados han logrado el cóctel perfecto para que muchas mujeres de distintas edades se miren en ella y se hagan preguntas. Qué podría hacer para lograr ese aspecto. Qué nos pasa que seguimos obsesionados con alterar tanto el curso natural del tiempo. Por qué debe ser un valor positivo el modelo Aniston de envejecer.

La última imagen de Aniston ha pulverizado la práctica de las franjas de edad en las mujeres como haría una plusmarquista que rompe las leyes de la física y bate un récord. Solo que en el deporte se compite con unas reglas, y en esto de los cánones estéticos no hay competición (en teoría) ni normas (escritas).

Esta misma semana, otra actriz de su quinta pero con una actitud más sensata ante el paso del tiempo, Amy Adams, sugería que le haría ilusión volver a interpretar a Lois Lane en la nueva película de Superman que está en conversaciones. Adams, de 48 años, respondía así a los periodistas que le preguntaban acerca del retorno al papel de Henry Cavill, el último actor que ha interpretado al superhéroe total. Ambos coincidieron como la mítica pareja de ficción en cuatro películas, la primera hace nueve años, y entre que arranca o no el proyecto, el trabajo podría llegarle a Amy Adams a los 50.

¿Está Hollywood preparado, y más concretamente el mundo de los superhéroes de DC, para dar este paso?

Que la productora diera señales de que cuenta con Adams sería una noticia buenísima. Cavill no es un chaval pero ahí sigue, y que la novia de Superman madure a su lado y no sea sustituida por una actriz más joven o que lo parezca supondría un paso de gigante en la trayectoria del género: las películas de fantasía se han vuelto más inclusivas y feministas, pero aún tienen que poner fin al edadismo que sufren las actrices.

Wonder woman, la empoderada heroína que interpretó Gal Gadot, consiguió una madre de ficción que tiene 20 años más, Connie Nielsen, solo después de que Charlize Theron (apenas diez años mayor que Gadot) rechazara ofendida el papel. Desde entonces hemos visto a Angelina Jolie y Salma Hayek de protagonistas en ‘Eternals’, pero poco más.

Envejecer es un hecho como es un derecho poder hacerlo con dignidad y sin prejuicios, imposiciones de cánones y peajes estéticos: cirugías y tratamientos farmacológicos compiten con maquillajes extremos y filtros para alterar la realidad de rostros y cuerpos especialmente en las mujeres, y la normalización de su uso, también en la conversación, no es un avance si conduce a nuevas esclavitudes como fueron en el pasado los incómodos corsés, pelucas y rostros empolvados.

No nos equivoquemos. Jennifer Aniston no habría ganado la batalla de la edad si le dieran el papel de nueva novia de Superman a sus 53 años que parecen 30. La estética y cuidados no están reñidas con la edad, son aliadas del bienestar, pero en su justa medida: hace un flaco favor esta lucha sin cuartel contra el paso del tiempo que son las primeras arrugas o nuevos centímetros en la cintura y caderas. Y la cultura popular, el cine de grandes presupuestos y taquilla, es la primera línea en la lucha contra el edadismo.

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