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Daniel Martín

El púlpito

Daniel Martín

LOMLOE

Observo con perplejidad el trabajo de los profesores a la hora de evaluar al alumnado. Realmente es una verdadera prueba de obstáculos. Un lío maquiavélico con esta nueva ley, para evaluar criterios, competencias clave, competencias específicas, situaciones de aprendizaje, descriptores operativos, saberes básicos, indicadores de logros, temas transversales, bloques de contenidos, perfiles de salida... Con un sinfín de abreviaturas que nadie entiende, siendo una verdadera prueba programar una asignatura, sin tiempo suficiente en el horario lectivo y teniendo que usar horas de su tiempo libre. Es decir, horas que deberían dedicar a sus familias, a sus hijos, o simplemente a descansar.

Hoy esta columna quiere lanzar una palabra de ánimo a todos ellos. Nadie sabe la labor de un profesor en un aula. Porque de verdad conozco a profesores a quienes les importan sus alumnos, sus historias concretas, sus problemas, sus días buenos y sus días malos. Conozco a profesores que se llevan esos rostros a sus casas y piensan durante toda la tarde cómo ayudarles, cómo hacerles más accesible los contenidos de la materia o cómo poder ofrecerles herramientas para encarar situaciones difíciles de gestionar.

Lo siento, pero esta nueva ley educativa, creo que nace de despachos sin escuchar a los profesores que son los que día a día «salen al ruedo». Sale de mentes que creen idílicamente una serie de premisas que en la realidad no se dan, ni se darán. Sale de «sabios y entendidos» de corbata y sofá que nos recuerdan a aquel lema monárquico «todo para el pueblo pero sin el pueblo».

Un aula no es un laboratorio donde ir cambiando leyes y normas cada dos por tres. Lo que antes era eficaz ahora resulta que no. Donde antes se repetía ahora resulta que tampoco. Lo que antes era obvio, ahora se llena de nomenclaturas extrañas, un mareo interesante de cambios de dirección y de criterios, que aturden a alumnos, padres y profesores. ¡Que lástima comprender que todo es un juego político para contentar a unos y para ganar votos! Ojalá hubiese un verdadero interés, se dialogase con los que participan en este asunto y se luchase por conseguir una educación verdaderamente eficaz. Me gustaría ver a alguno de los que han diseñado esta nueva ley, metidos en un aula, atendiendo luego a sus familias, programando aquello que ellos mismos han diseñado e intentando no perder la calma. Quizás ellos mismos entonasen el mea culpa y rectificasen. No sería la primera vez que tienen que reconocer que una ley les ha salido, por las prisas y la ideología irracional de fondo, un poco chapuza.

Daniel Martín | Sacerdote

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