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Raquel Rodríguez Muñoz

Menores y adictos al alcohol

«La concienciación debe empezar en casa, pero también en cualquier contenido

en el que se normalice el consumo»

Solo el que ha sido adicto al alcohol y se ha rehabilitado conoce con certeza la crudeza de esta enfermedad y lo que cuesta superarla. Me atrevería a decir que solo su experiencia, transmitida en primera persona, podría hacer reaccionar a un joven que, sin darse cuenta, se ha adentrado en ese mundo sin tener ni idea de sus peligros.

Porque sí, el alcohol es peligroso y actúa como una droga, puede provocar adicción y más a un menor que no tiene la madurez suficiente para, como se suele decir, controlar la cantidad que bebe y dónde está la línea que no debería cruzar. De ahí los comas etílicos que tienen que atender en numerosas ocasiones los sanitarios.

Dicen las asociaciones que tratan adicciones que la edad de los alcohólicos ha bajado en los últimos años, que ya está en la treintena de media y advierten sobre todo del aumento de jóvenes afectados, incluso menores de edad.

Los menores necesitan la protección del entorno, de sus familiares, educadores, pero también de quienes tienen la competencia, por ejemplo, para realizar campañas tan duras como las de la DGT, que muestren a las claras las consecuencias del alcohol en la salud.

Hay muchos municipios donde el botellón todavía es legal y que no me digan que su prohibición no solucionaría nada porque se buscarían otros lugares donde hacerlo porque no es verdad. En Extremadura hay varias localidades donde está prohibido y no ha pasado.

Como todo, la concienciación debe empezar en casa, en lo más cercano, evitando esas fiestas en las que el familiar de turno nos hace gracia porque está borracho, por ejemplo. Pero también en el cine, la televisión o cualquier contenido en el que se normalice el consumo. Ya sabemos que en nuestro país está socialmente aceptado y precisamente por eso habría que cuidar más y comprometerse más en que el consumo comience, si ha de comenzar, cuanto más tarde mejor.

Las asociaciones de alcohólicos rehabilitados o que ayudan a estos adictos son las que más se mueven para acercarse a los jóvenes y mostrarles otra realidad del alcohol que desconocen. Pero no tienen bastantes medios ni personal para llegar a todos. El Estado, las comunidades, los ayuntamientos, los sistemas de salud, todos deberían destinar más recursos para prevenir el consumo en menores. Se hacen cosas, sí, pero la realidad dice que no las suficientes.

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