Diario de Ibiza

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Tribuna

¡Ave Erwin!

«¿Quién fue Erwin Bechtold, ese alemán alto

y afable afincado en Ibiza desde los años 50?»

Estas pocas líneas son en su memoria, la del artista y la del hombre. Tuve el gran honor y placer de disfrutar de su amistad, de sus conversaciones y de su modo de enfocar la vida. Erwin Bechtold fue un gran hombre, una de esas personas que nunca debieron irse, que aportaron a este mundo un sinfín de elegancia y de emoción. Me acerqué a Erwin a través de su obra. Un arte que me impactó y que me llevó a desear conocer a la persona que escondía. Descubrí a un hombre jovial y apacible pero también lleno de fuerza y energía. ¡Descubrí a los Bechtold! Porque nadie podrá hablar de Erwin sin mencionar a su musa y compañera de vida, Christina.

Muchas fueron las ocasiones en que conversamos y en las que yo atendía a sus palabras nutriéndome de ellas para entender y conocer aquellos trascendentales años en los que le tocó vivir. Desde su infancia y juventud en Alemania, su estancia en París y su llegada a Barcelona y desde allí a Ibiza. Ibiza, donde se quedó hasta el fin de sus días. Fue amor a primera vista, desembarcó en Ibiza y supo desde ese instante que este era su lugar.

Podrían ustedes pensar que nuestras conversaciones versaban sobre el pasado y que Erwin Bechtold era un hombre que vivía de sus recuerdos, pues bien, nada más alejado de la realidad, Erwin tenía un espíritu joven, alegre y estaba envidiablemente situado en el presente.

Erwin y Christina. | C.S. Cristina Sánchez Cardoso

Mucho aprendí de su ‘humor de Colonia’. Erwin nació en la ciudad alemana de Colonia, hijo de un adinerado editor y futuro heredero del imperio familiar, pero decidió trazar su propio camino y seguir su impulso creativo a pesar de la oposición familiar. Lo que él llamaba humor de Colonia, es en realidad una de las formas más elegantes y sabias que conozco de afrontar la vida y sus contratiempos. Erwin siempre apoyaba con una sonora carcajada sus palabras: «Este es el humor de Colonia».

Podría hablar infinitamente de su obra y de las emociones que suscita en mi persona. Pero solo serían palabras, sus cuadros hablan por sí solos, y como decía Erwin con una gran sonrisa cuando le invitaban a tomar la palabra para comentar su obra: «No tengo mucho que decir… Todo lo que quiero expresar ya lo dicen mis cuadros».

El hombre al que conocí era feliz, y lo fue hasta el final. Apasionadamente enamorado de su Christina, muy consciente de que en su vida había tenido la oportunidad de elegir su propio camino me decía a veces: «¡Y es que en la vida también hay que tener suerte!». Seguido de una risa alegre y despreocupada. Satisfecho con su suerte me decía: «¡Ya está bien! ¿Qué más se puede pedir? ¡He vivido como he elegido!». Pero más que sus palabras, lo que de verdad me estremecía era el tono sereno y lleno de fuerza con que las transmitía.

Cuando llegó el final Erwin no flaqueó, lo afrontó con una paz envidiable, con su sonrisa y con su humor de Colonia.

Te echaremos de menos, Erwin, pero tu legado nos acompañará y nos hará más felices.

¡Gracias, Erwin!

Pd: Desde esta tribuna apelo a las autoridades de Ibiza para que no permitan que se apague la llama con la que Erwin nos ha alumbrado todos estos años y que se impliquen para mantener su legado, tanto su obra como su hermosa casa, donde permanece intacto su estudio y hagan de ambos un elemento más para el enriquecimiento cultural de esta hermosa isla.

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