Diario de Ibiza

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Carmen Lumbierres

Silencio o cobardía

«Es difícil asumir no ser fiel a los principios en los que te criaste, por eso te parecen cada vez

más admirables aquellos que lo hacen contra viento y marea»

El camino a la vida adulta no tiene punto de llegada, y de eso una se da cuenta a medida que pasan las décadas y se siguen destapando renuncias. Hay momentos marcados en la juventud que te hacen creer que ya has comprendido el pragmatismo que te va a acompañar a partir de ese momento, sin saber ni de lejos el continuo camino de deserciones y de asunción de limitaciones que te esperan. Enarbolar principios y coherencias a los veinte años es además de plausible, posible. La exhibición de libertad o de pretendida valentía a veces se va achatando con los años, las responsabilidades, la supervivencia o seamos sinceros, la cobardía.

El silencio por prudencia es bien distinto al silencio cobarde, y a veces te ves ante el segundo y callas. Te callas ante cosas que jamás imaginaste que no opinarías, y supone un nuevo rasguño en tu identidad, no porque creas que lo que pienses le importe a mucha gente sino porque te bullen por dentro las palabras que un día te contaron que siempre te harían libre.

Hay veces que la valentía no llega, hay veces que haces como que no te has enterado de los asuntos de actualidad porque no te puedes permitir opinar lo que de verdad piensas y sientes. Este proceso desalentador que estoy segura nos afecta a tantos, que cada uno lo gestiona de la mejor manera posible, y que nos lleva a la madurez esperada te hace más descreída, más cínica porque en el fondo no es más que el reflejo que ves en ti misma. La suma de silencios cuando no deberían estar, cuando lo que debería llenarse es el espacio de declaraciones cruzadas, discrepantes y múltiples, nos hace más vulnerables como colectivo. Sería paradójico que pretendiera hacer diseños de realidades deseables cuando una misma se agarra más a la posibilidad que a lo oportuno.

Es difícil asumir no ser fiel a los principios en los que te criaste, ni en lo que esperabas convertirte, por eso te parecen cada vez más admirables aquellos que lo hacen contra viento y marea, a los que algunos calificaran de temerarios y a mí me parecen héroes cotidianos. La libertad tiene límites, la independencia a veces se rebaja por las necesidades y lo honesto es reconocerlo. Igual les sucederá como a mí en un asunto anecdótico, en nada transcendental para el destino del país pero que te coloca en tu sitio con tus contradicciones y tus debilidades.

Por eso para juzgar con vehemencia los comportamientos de otros, estaría bien aplicarse la misma crudeza a uno mismo a no ser que el que opine esté más cercano a la perfección que desde luego no es mi caso. El tránsito adulto se maneja mejor con humildad, cuanto más mayor más modesto, por eso necesitamos jóvenes.

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