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Manuel Campo Vidal

Putin no encuentra la puerta de salida

Definitivamente el periodista Joaquín Luna tenía razón al escribir que “España se entretiene con lo de Tamara Falcó y Cataluña con el vodevil de JxC”; o sea, con los líos en el partido de Carles Puigdemont, el ex presidente catalán huido a Bélgica. Nuevas entregas sin desperdicio esta semana. La actual capacidad de fragmentación del independentismo recuerda la desintegración del átomo; solo la izquierda ha acreditado históricamente semejantes habilidades para el desatino. Como resultado, un gobierno de Esquerra Republicana en minoría en la Generalitat, en plena tramitación de los Presupuestos de 2023. Pedro Sánchez ha presentado los suyos, mientras refuerza el llamamiento a la estabilidad e insiste en que, ante un incierto año como el que viene, más vale tener la previsión de cuentas aprobadas. Serán, si se aprueban, sus terceros presupuestos, cuando los comentaristas de la derecha no le auguraban ni un año de vida política. “Manual de resistencia” tituló su libro.

La ventaja del entretenimiento mediático que trae la división del independentismo y otros episodios sonados es ayudarnos a evadir la angustia ante la advertencia del presidente Biden sobre el peligro de guerra nuclear. “Las amenazas de Putin deben ser tomadas en serio porque no ha habido mayor riesgo desde la crisis de los misiles rusos en la Cuba de Fidel Castro”. Estremece escucharlo. La pregunta que va desplazando a la consabida “¿Habrá recesión?”, es ahora: “¿Putin será capaz de tirar el petardo atómico?”.

El problema de Putin es escapar del atolladero en el que metió a Europa al invadir Ucrania. Rusia no se puede retirar derrotada, pero no encuentra la puerta de salida. Cuando trescientos mil rusos, en buena parte bien formados, han huido del país para no ser movilizados, el malestar interno se ha disparado. Su economía sufre más de lo que reconoce. Su Producto Interior Bruto es equivalente al de España, que es la cuarta potencia de la Unión Europea, en un territorio que es el más extenso del mundo porque Rusia llega casi hasta Japón y Alaska. No faltan informaciones, aparentemente fundadas, sobre el riesgo de un colapso inminente de la economía rusa. Más incertidumbre y más urgencia para escapar.

Analizando la complejidad de las guerras superpuestas en el conflicto de Ucrania, se diría que a día de hoy Putin no está ganando la militar; ya perdió por goleada la batalla comunicativa y, en consecuencia, la diplomática. La reciente reunión en Praga del Consejo Político de la Unión Europea, que agrupa a los 27 estados miembros más los aspirantes a ingresar en el club, subrayó el profundo aislamiento internacional del líder ruso. Putin solo es fuerte en la guerra energética. Y hará pasar un invierno muy duro a más de media Europa con sus cortes de suministro de gas que, de momento, vende a China y India. Pero la incomodidad china es perceptible porque no quiere perder el mercado europeo y teme que al final las sanciones europeas le alcancen.

Entretanto, el esfuerzo por buscar alternativas energéticas en Europa va contra reloj. Fomento de las renovables, aprovechamiento de las plantas regasificadoras que traen en barco el gas licuado y construcción de nuevos gaseoductos. Francia se hace querer para autorizar uno que cruce su país. Macron recibirá en París a Pedro Sánchez y al líder portugués Antonio Costa. Al final, la solución puede ir por lo que predicaban los dos lideres ibéricos sin eco en Europa y con risas en su país. Así de triste y así de esperanzador.

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