Diario de Ibiza

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Raquel Rodríguez Muñoz

El velo que no nos deja ver

La muerte de una joven de 22 años en Irán por llevar el velo mal puesto ha vuelto a ponernos delante de la cara cómo los derechos de las personas son pisoteados en muchos países, en este caso, los de las mujeres. Recuerda a la foto del niño muerto en una playa cuando huía con su familia de Siria.

Entonces, esa foto conmocionó a todos y, ahora, la muerte de Mahsa Amini lo ha vuelto a hacer. Desgraciadamente, estoy convencida de que esa rabia y esa impotencia que sentimos los ciudadanos cuando vemos tanto horror será pasajera y, después, volveremos a nuestra calma, la de un país occidental desarrollado en la que los derechos humanos están garantizados.

También en esos países saben que Occidente no les echará una mano y, o bien actúan sus propios habitantes, o están condenados a seguir sufriendo. Las mujeres y muchos hombres de Irán están dando estos días una lección de valentía al salir a la calle para enfrentarse abiertamente al régimen iraní poniendo en riesgo su vida. Su ejemplo deja aún más en evidencia la pasividad de los cómodos gobiernos occidentales.

En Afganistán, hace más de un año que las mujeres volvieron a perder todos los derechos que habían adquirido y ahora han sido completamente anuladas, sin poder realizar estudios superiores, trabajar, salir de casa salvo acompañadas por el hombre...

Sorprende que el mundo calle ante tanta violación flagrante de los derechos humanos. ¿Será porque las afectadas son mujeres? Podría ser, pero entonces llega el ejemplo de Qatar, que será sede del mundial de fútbol que comenzará en noviembre y que, según una investigación periodística, ha permitido la muerte de miles de personas, obreros de sus estadios.

La selección de Dinamarca ha anunciado que llevará camisetas con logos desdibujados como protesta. Algo es algo, pero nadie se atreve a decir no a ese mundial, en un emirato con mucho dinero, he aquí el quid de la cuestión.

Mientras la economía mande en el mundo, los derechos humanos estarán en un segundo plano. Los países no se apoyan unos a otros siguiendo altos ideales, sino porque obtienen algo a cambio. Por eso, si los propios habitantes oprimidos no se lanzan a las calles y pelean por lo que es suyo, pocas opciones tendrán. Occidente sí lleva velo, y le tapa los ojos.

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