Diario de Ibiza

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Olga Merino

Las sudaderas caqui de Zelenski

Volodímir Zelenski, genio del márketing político, sale siempre en las fotos de verde infantería, incluso cuando posó con su señora en las páginas de la revista ‘Vogue’. Sudaderas o camisetas de color caqui entalladas, como si estuviera haciendo la mili en Talarn. El presidente ucraniano, un héroe de nuestro tiempo, que diría Lérmontov, conoce muy bien las proyecciones de su vestimenta: estoy al pie del cañón, en el barro de las trincheras, mientras el otro, su tocayo, la bestia parda de Putin, viste trajes estilo ‘nomenklatura’, y parece chutado de cortisona. Coincidiendo con un presunto repliegue de las tropas rusas, esta semana, en su última aparición, se ha producido un cambio sutilísimo en la prenda fetiche de Zelenski: sobre el verde militar, asomaba una línea fina con los colores de la bandera ucraniana —el azul de los cielos, el amarillo cereal— y la leyenda «Fight like ukrainians». La verdad es que están combatiendo como jabatos. Para una consigna camisetera, no está nada mal.

Llevo meses anotando en la libreta de callejear las inscripciones que luce el personal en los niquis veraniegos. El finado Jean-Luc Godard —en este no parar, también se ha muerto Irene Papas— dijo en una ocasión: «Europa tiene cultura; Estados Unidos tiene ‘tee-shirts’ (camisetas)». Ahora ya no está tan claro. En la era del desnorte total, florecen por doquier las proclamas textiles, casi siempre en inglés, con intención política, feminista o de simple autoayuda blandengue: «Atrae las cosas buenas». El otro día, una mujer china, que arrastraba un carrito de la compra hasta arriba y un niño protestón, llevaba una camiseta con el lema: «Mujer optimista». Creo que volveré sobre este asunto de las camisetas; tiene miga.

Hay días tontos. Hay días de meter la pata como Carlos III con los tinteros. Hay días en que pajarracos negros sobrevuelan el pensamiento. ¿Y si me da un parraque y no puedo terminar la columna? Pues no pasaría nada, porque las redacciones funcionan con sus tuercas y engranajes bien engrasados. Pondrían un faldón de anuncio. O algún esforzado se arremangaría con agilidad para taponar la fuga de agua. Nadie es imprescindible salvo el periodista Jeffrey Bernard cuando trabajaba para The Spectator. Si fallaba, le dejaban la columna en blanco, con el eufemismo «‘Jeffrey Bernard is unwell’ (no se encuentra bien)» como disculpa para los lectores, cuando se había pasado de vueltas con las copas en el Soho, en el pub Coach & Horses. Cuenta la anécdota deliciosa Marta D. Riezu en ‘Agua y jabón’ (Anagrama).

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