Diario de Ibiza

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Miguel Ángel González

Desde la marina

Miguel Ángel González

Se nos va otro verano

Como todos los años, las fiestas del 5 y el 8 de agosto nos advirtieron que el verano declinaba, perdía fuelle, iba ya cuesta abajo. Los fuegos artificiales de San Ciriaco y las bocinas marineras que sonaron tras los fuegos artificiales tuvieron un aire de despedida. Aquella noche volvimos a casa con un cierto desánimo y una voz interior nos decía ‘hasta el año que viene’. Y ahora, al llegar estas fechas, sabemos que nos quedan cuatro escenas para que baje el telón la función estival. Y es que nuestros veranos tienen mucho de puesta en escena y proscenio, un escenario de artificio por el que ha desfilado el famoseo y una humanidad de variado pelaje. La representación, sin embargo, es siempre la misma. Más o menos. Y se irá como un soplo lo que nos queda de loco estiaje.

Septiembre es como una tarde de domingo. Y octubre será como ese lunes en el que desaceleramos y recuperamos la rutina. Iremos cayendo en un cierto letargo y una necesaria pacificación nos liberará de la baraúnda de estos últimos meses. El sol, que todavía aprieta, pronto será una caricia. Hemos tenido las primeras lluvias, el invierno asoma discretamente las narices y, poco a poco, imperceptiblemente, iremos cambiando los peripatéticos muelles por Vara de Rey; la Marina bajará las persianas y, vaciada, volverá a la deshabitación de los inviernos.

No tardaremos en abrir los armarios para comprobar si los jerséis y la parca quedan a mano y, por fin, quienes han trabajado como locos -si no tienen el anclaje de los peques, el cole, los libros y las mochilas-, podrán irse de vacaciones a Cuba o Vietnam. Los universitarios, por su parte, dejarán la isla y no volverán hasta Navidad. El final del verano es, en fin, una película que se repite. ¡Y que se siga repitiendo! Querrá decir que seguimos aquí.

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