Diario de Ibiza

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Ángela Labordeta

El otoño de nuestras vidas

La historia se encargará de juzgar a los líderes políticos que han tenido y tendrán que lidiar con este complejo y casi diabólico siglo XXI, donde todo lo que pensábamos que aseguraba y conformaba nuestro bienestar salta por los aires en forma de crisis económica de magnitud mundial, fenómenos naturales adversos que provocan innumerables daños, inflación, déficit, prima de riesgo, pobreza, violencia… sin olvidar el mayor de nuestros castigos: la mano y mente de los hombres capaces por sí mismas de generar el horror con sus decisiones que, siendo personales, siembran el caos y la decepción.

La placidez de una mañana frente al mar en un día del mes de agosto se arruga y encoge cuando escuchamos una y otra vez que estamos ante el otoño de nuestras vidas, irónicamente hablando claro, porque este otoño nos va a arropar sin ropa para calentarnos, sin luz con la que mirarnos a los ojos y con los precios de los alimentos que sacian nuestro espíritu en sus máximos históricos y nada resulta más inseguro que sentir de forma latente la amenaza de ser golpeados por nuestra forma incomprensible de no haber sabido ser felices en la sabiduría de que nuestras vidas son efímeras y que después de nosotros vendrán otros y otros después de estos, hasta que nada quede más allá del caos que entre todos hemos propiciado y al que contribuimos estoicamente y con voluntad de hierro.

Y al ser como somos animales de costumbres y humanos sin discreción, andamos con la ingrata sensación de pensar que el siglo XXI nos ha traicionado, cuando realmente no podía dar más de sí una vez que nosotros hubiéramos convertido al XX en el gran vertedero, en la olla a presión donde a fuego lento se iba cocinando el desastre de un planeta al que no se respeta y unos líderes que, al igual que su siglo, iban dando respuestas efímeras a preguntas complejas y casi eternas. Y así nos se alcanza el futuro y se malvive en el presente.

Quiero pensar, sin embargo, que queda un pliegue para la esperanza a pesar de este otoño que se vaticina helador y ese pliegue está en nuestras manos, sabias y humanas, si sabemos devolverle al XXI lo que era suyo y le usurpamos con vehemencia, desconsideradamente, con negacionismo y mucha violencia, porque de no ser así tras un otoño helador vendrá otro que será como un tsunami y cerrará todas nuestras posibilidades y esperanzas de ser y estar.

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