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Matías Vallés

Los jets privados no se limitan

La principal enseñanza del confinamiento en pandemia fue que jamás se volvería a imponer un arresto domiciliario que afectara al conjunto de la población sin distinciones. Todavía hay clases, por lo que la equidad ha desaparecido en el denominado «plan de choque» de limitaciones energéticas, asociado únicamente a la guerra de Ucrania aunque la publicidad insista en una exaltación de la sensibilidad climática. A partir de ahora, un humilde tendero ha de vigilar con tiento la refrigeración de su comercio, y cerrar las puertas que franquean el acceso a la clientela. En cambio, un magnate con avión privado puede seguir quemando combustible y calentando el planeta sin ninguna limitación. Se matizará que son pocos y su efecto es nimio. Sin embargo, la rectitud se distingue de la cacicada en que no permite excepciones, y menos por dinero. Además, la contribución al desastre de los florecientes jets de usuario único es mayor de lo que se imagina.

Una auténtica crisis climática obligaría a dejar en tierra de inmediato a los aviones privados.

El confinamiento energético selectivo no es una exclusiva española, y ha propiciado que el diario Haaretz publique «El Club de la Alta Polución: Los jets de los magnates israelíes y su daño inimaginable». Un solo viaje equivalía en toneladas de CO2 generadas al consumo energético de un ciudadano medio durante sesenta años. Por término medio, el uso anual de esos aparatos equivale a la contaminación anual de setecientas personas.

Al comparar las restricciones por la pandemia y por Ucrania, se advierte que los gobiernos consideran más sencillo controlar a cuarenta millones de personas que imponer limitaciones mínimas a un solo oligarca, con independencia de que sea israelí, ruso o incluso español. Al desencadenarse la última crisis financiera, los presidentes de las grandes compañías automovilísticas americanas escandalizaron a su país al desplazarse en jets privados a Washington, para pedir dinero a los ciudadanos. Los tiempos han cambiado, a favor de los ganadores habituales.

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