Diario de Ibiza

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Miguel Ángel Riera

Baja natalidad

Hace tiempo escuché que nuestras islas están entre los lugares donde menos niños nacen en todo el planeta. Esta semana, diferentes medios de comunicación se han hecho eco de la baja natalidad de nuestro país. Ya no solo se trata de los diferentes pueblos que se están vaciando, sino de que no nacen niños en nuestro país.

Los contertulios de una entrevista que pude escuchar en una de mis caminatas matutinas achacaban el problema exclusivamente a problemas económicos. Parecía que todos se hubieran puesto de acuerdo al hablar del problema y de la solución del mismo.

La importancia de que la población crezca para que produzca económicamente, que consuman las familias, que si no crecen, no aumenta el gasto, que si los salarios bajos, que si la precariedad laboral, que si la falta de vivienda… Ciertamente, estoy de acuerdo con todos estos motivos. Pero en mis reflexiones personales pensaba: ‘será que nuestros antepasados tenían una situación laboral mucho mejor de la que tenemos nosotros cuando tenían una economía de subsistencia; será que nuestra arquitectura no nos indica que las casas iban creciendo a medida que crecía la familia porque era impensable que construir una casa desde su inicio; será que nuestros mayores tenían otros valores que nosotros estamos perdiendo’.

En una sociedad en la que, como nos recuerda el Papa Francisco, la economía manda y es el centro, la natalidad tiene que bajar. En una sociedad individualista y egoísta como la nuestra es impensable que las parejas piensen en tener hijos y más si se trata de varios hijos.

Todos los problemas económicos están, por supuesto. Pero hay un factor mucho más grave. Vivimos en una sociedad líquida en la que nadie quiere compromisos, y educar a un hijo, y ya no te digo tres o cuatro, es una tarea ardua a la que no se quiere hacer frente.

Somos muy cómodos y eso no está mal. El problema surge cuando nuestra comodidad pasa por encerrarnos en nosotros mismos, por encerrarnos en nuestro egoísmo y no plantearnos lo bonito que es formar familias que estén abiertas a compartir, a disfrutar del don de la vida y de la felicidad que son los hijos.

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