Diario de Ibiza

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Fernando de lama

Hay que saber irse de una fiesta...

El rock. La música en general. La música en vivo tiene esa virtud casi sagrada de proporcionar felicidad. Descubrirte en medio de un concierto con una sonrisa de oreja a oreja, bailando, cantando, en la comunión del sudor y el movimiento es una experiencia mística -y no escribo religiosa por no citar a Enrique Iglesias-. Me vuelve a pasar en el concierto de León Benavente en el Hotel Santos, dentro del ciclo Dorado Live Shows, mientras las olas de Platja d’en Bossa rompen a solo unos metros y los aviones aterrizan al compás de la música. Aunque les he visto unas cuantas veces en directo, las acciones del cuarteto siempre suben enteros cuando pisan las tablas, porque es uno de esos grupos que lo da todo sin importar que sea un escenario grande o pequeño, que siempre contagia entusiasmo, intensidad, provocación... con su sonido entre los sintes ochenteros de Azul y Negro y el brutalismo de los Swans, si es que se puede hacer una media entre ambos conceptos. Algunos turistas flipan al pasar por la playa y sentir la tormenta, mientras el público canta, grita, salta... Se hace cortísimo. Nadie quiere que acabe, aunque la música ambiente corta por las bravas la petición de ‘otra’, porque como dice la canción ‘Viejos rockeros viejos’, «hay que saber irse de una fiesta...», o no.

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