Diario de Ibiza

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Alicia Reina Escandell

Ibiza y el síndrome de la rana hervida

Todos, o casi todos, habremos oído mencionar, en alguna ocasión, lo que es el síndrome de la rana hervida. Pues bien, para quien no conozca este fenómeno que puede servirnos para explicar metafóricamente lo que está sucediendo, voy a tratar de explicarlo sintéticamente. Para ello, partiremos de una primera premisa lógica, y es que si se introduce una rana en una olla hirviendo, lo normal es que ésta, instintiva e inmediatamente, salte fuera para evitar hervirse. Sin embargo, si inicialmente la olla se llena de agua a temperatura ambiente y, en ese momento, se introduce una rana, ésta se quedará plácidamente nadando dentro. Y cuando, a continuación, procedamos a calentar lentamente el agua, la rana no reaccionará bruscamente sino que más bien se irá acomodando a la nueva temperatura del agua hasta ir perdiendo el conocimiento y, finalmente, morir hervida. En esto consiste el síndrome de la rana hervida. Es decir, el ser humano, el ciudadano… se adapta y acomoda con facilidad a las circunstancias del entorno, al igual que lo hace la rana, sin percatarse de que la situación es insostenible e incompatible con su propia existencia, y acaba muriendo, poco a poco, en vida.

Esto mismo es lo que está sucediendo en Ibiza. Nos hemos acostumbrado con resignación, como la rana de la fábula, a toda una serie de circunstancias que nos asfixian y que hacen que vayamos perdiendo, poco a poco, el sentido y, finalmente, la vida. O lo que es lo mismo, que se nos vaya escapando de las manos lo que hace que sigamos existiendo: la prosperidad, el progreso y la riqueza social que implica seguir siendo líderes como destino turístico responsable. Y me refiero a cuestiones muy diversas, que suponen un paso atrás en nuestro camino hacia la excelencia y el progreso. Cuestiones que hacen que parezcamos un destino tercermundista, poco inteligente e ineficaz. Me refiero a inconvenientes y problemas que, año tras año se repiten como “el día de la marmota” sin dárseles solución, sin lograr que quienes son competentes para solucionarlos se arremanguen y cojan el toro por los cuernos. Se trata, concretamente, de problemas como: la escasez de taxis suficientes para procurar la movilidad de nuestros turistas y viajeros; la falta de seguridad policial en zonas turísticas maduras; el abandono y la ausencia de una limpieza eficaz de las calles y zonas públicas de la isla; el intrusismo y la competencia desleal; la consecución de obras municipales no prioritarias en plena temporada generando una muy mala imagen de la isla… Todo ello, y nuestra incapacidad para poner solución a cada problema, nos hace parecer ineptos y torpes, además de restarnos credibilidad como destino turístico serio y profesional.

Recientemente se ha hablado de estos problemas en la prensa. Se trata de la controvertida polémica generada entre el sector hotelero y algún que otro ayuntamiento. Los primeros, señalando que los problemas denunciados persisten y siguen sin solucionarse. Los segundos negando rotundamente la realidad que denuncian los primeros. Sin embargo, intentando ser imparciales, y analizando los hechos de forma objetiva, es cierto que la realidad es la que es, y que ésta es muy mejorable. Por eso, invito a las administraciones públicas objeto de crítica a que la asuman como una oportunidad de mejora. Una oportunidad para hacer que Ibiza sea excelente, limpia, segura, con las infraestructuras de movilidad mejor dotadas, y con la mejor oferta turística público-privada que pueda ofrecer un destino turístico de élite.

Mientras estos problemas persisten sin solucionarse… seguimos infructuosamente distraídos, cumpliendo absurdeces que obligan a que la temperatura de los termostatos de nuestros locales no baje de 27º (quizá para que la rana se siga hirviendo), poniendo ruedas a las camas en los hoteles siguiendo las instrucciones de la inspección laboral, y salvando las dificultades de la temporada. Así que no nos resignemos. No dejemos que la rana siga hirviéndose hasta perder el conocimiento. No nos acostumbremos dócilmente a que los problemas, año tras año, sigan sin resolverse. Porque si seguimos así… cuando nos queramos dar cuenta… ya no habrá remedio. Y porque lo que es rotundamente cierto, es que huir de las dificultades sin afrontarlas no es el camino, solo hará que crezca, de forma insalvable, la distancia que nos separa de la solución.

“Nunca te rindas, porque ése es justo el lugar y la hora en que cambiará la marea” (Harriet Beecher Stove).

Alicia Reina Escandell | Doctora en Turismo

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