Sin duda, Ibiza tiene magia. Porque solo así se entiende que lo que en cualquier otro sitio es una chabola, una furgoneta cochambrosa o una tienda de campaña debajo de un pino por la que nadie en su sano juicio pagaría para pasar sus vacaciones, aquí se alquile como alojamiento para turistas que quieran experimentar sensaciones más alternativas, naturales y auténticas. Eso sí, por un dineral, que nadie se llame a engaño, porque el paraíso tiene un precio (y muy alto). Y toda esta retórica vacía y absurda cuela, lo que es más alucinante todavía. Estos espabilados son hábiles en retorcer las palabras para que los agujeros cutres que alquilan sin permiso de ningún tipo aparezcan como «una oportunidad» para viajar de otra manera y conocer la «verdadera Ibiza», la «espiritual», el cuento con el que unos cuantos listos se forran a costa de la extraña miopía de tantos otros, que por una repentina enajenación mental en lugar de ver la chabola levantada con tablones y techo de sombrilla que se observa claramente en la foto, ven la «casa de cristal» que ofrece el inspirado propietario. Lo más increíble es que estos habitáculos inmundos se sigan anunciando en Airbnb con total impunidad, verano tras verano, sin que nadie evite este despropósito.
