Si las administraciones hicieran su trabajo inspector y sancionador, con la cantidad de piratas e impresentables que pululan por Ibiza dispondríamos de fondos suficientes para cuidar el entorno como se merece. Y podríamos pagar a un ejército de vigilantes. En urbanismo (Casa Lola, Casa Paola...) y contra el medio ambiente (el matón de Porroig) tenemos identificados a los piratas y ni así parece que se les ponga freno. Luego hay decenas de émulos con ningún respeto por la isla que lo que quieren es lucrarse a toda costa. Y uno de los peores efectos que tiene la inacción de las autoridades sobre una isla que vive de su naturaleza es que cunde entre los malotes la idea de que cualquier cosa es posible. De hecho, ya hay daños irreparables (Parque Natural de ses Salines y la posidonia, por poner sólo dos ejemplos de bienes que encima están protegidos) por culpa de las ilegalidades que algunos han cometido durante años. Hay que inspeccionar, hay que perseguir y sancionar. Como me advertía este sábado un amigo, ibicenco de pro, «si la cosa sigue así, en diez años Ibiza se va al carajo». Pues habrá que tomar nota, digo yo. Porque se nos acaba el tiempo y ya está bien de que cuatro sinvergüenzas hagan lo que les venga en gana con el patrimonio de todos.
