Diario de Ibiza

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Mar Traver

Pinchazos

Estamos conociendo múltiples denuncias de mujeres jóvenes víctimas de una nueva forma de ataque a nuestra voluntad sexual y a nuestros cuerpos, los pinchazos. Nosotras, tan en nuestro derecho pasándolo bien en una discoteca, o en una discomóvil de verano, en vez de bailar tranquilas tenemos que andar preocupadas de que no nos pinchen, de no quedarnos solas, de que no nos sigan, de que no esto, no lo otro… ¡Hasta los ovarios de tener que ir siempre con precauciones!

Tres de cada cuatro mujeres, especialmente las más jóvenes, tememos sufrir una agresión sexual cuando salimos. A vosotras, que me estáis leyendo, no os tengo que explicar nada, lo habréis sentido en vuestras carnes, sin embargo a vosotros sí. No es justo que cuando salimos a divertirnos salgamos con temor y con toda una serie de precauciones con nosotras mismas y nuestras amigas. ¿Has llegado bien? ¿Me acompañas? ¿Puedo dormir en tu casa que no quiero ir sola a la mía? ¡Tía, creo nos siguen! ¡Creo que me han pinchado! ¡Hasta los ovarios!

¡Es que llevaba la falda muy corta! ¡Es que iba borracha! ¡Si no hubiera estado por ahí a las tantas no le hubieran pinchado y no le hubieran violado! Nunca, repito, nunca, oímos que digan esto de alguien a quien le roban la cartera. Nunca, repito, nunca, vemos una oleada de nuevas formas de ataque a la libertad sexual de los hombres. Nosotras somos el objetivo y según algunos fanáticos machirulos nosotras tenemos también la culpa. Víctimas y culpables.

Acaban de condenar a dos policías culpables de una violación a una joven a hacer cursos de reeducación sexual porque la condena inicial era de menos de dos años y pueden evitar la cárcel. Esto se llama, sin ambigüedades, machismo institucional.

Dos servidores públicos, de uniforme, violan a una joven de 18 añitos y aquí no pasa nada cuando la condena no solo debiera ser más alta sino que debería ser ejemplar. Dos funcionarios que según los hechos probados abusan de su poder, de los datos personales, se presentan con ánimo violador en la casa de la muchacha, se aprovechan del temor de dos personas jóvenes y sabiendo que tanto la chica como el amigo van borrachos además les obligan a tomar cocaína. Después el joven cae rendido; al final los dos policías violan a la joven. La manada de Estepona.

En conclusión, queda mucho trabajo por hacer. El consentimiento parece que todavía hay que explicarlo estando en el siglo XXI. ¡Que solo sí es sí! ¡Que tenemos derecho a vivir tranquilas! Tenemos derecho a que no nos digan vicepresidentes de los ultras que nuestro sexo es solo para procrear y ser vasijas. ¡Que no le pertenecemos a nadie más que a nosotras mismas! ¡Que haremos lo que nos dé la gana y que aparten ya sus manos de nuestros cuerpos y de nuestras vidas! ¡Viva el feminismo, viva la igualdad!

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