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Tribuna

San Antonio, un pueblo dormido

Días atrás las palabras contenidas en el artículo de opinión de Cristina Martín causaron urticaria en algunas personas. Referirse al West End como estercolero puede parecer fuerte, pero es un término que define perfectamente lo que pasa en nuestro pueblo.

Tenemos un elefante en la habitación, señores, y quienes deberían estar actuando para resolver este gran problema parecen mirar hacia otro lado. La calle del West vuelve a ser un foco de inmundicia, quizá con un ligero cambio de horario respeto a otros años, pero es que la podredumbre se ha expandido y es en el otro lado de la bahía, en la playa del arenal, en esos mal llamados beach-clubs, donde tienen lugar los desmadres a pleno sol, y donde sólo hace falta acercarse por la tarde para sentir vergüenza de pertenecer a esta tierra. Algo que saben bien las ambulancias que se acercan a diario.

Nuestro gran problema es la existencia de ciertos establecimientos monoclientelares, que actúan con impunidad, quizá protegidos... cuando las grandes cantidades que facturan van para bolsillos británicos y a su alrededor consiguen arrasar con el comercio local, que está en sus horas más bajas.

Lo aplastan y lo destruyen, dado que ese tipo de turista, el atraído por las «day pool parties», hace efecto «mala hierba» porque no deja que nada distinto crezca ni prospere alrededor.

La presencia de británicos borrachos que vomitan y provocan peleas consigue crear un ambiente en el que personas de otras nacionalidades ni se acercan. Y si lo hacen, es por error, o para ir a los escasos locales de este municipio que sí tienen estilo y reciben cada día a gente educada y respetuosa. Por supuesto, a ese cliente holandés, belga, norteamericano, suizo y demás, después de cenar no se le ocurrirá irse a tomar una copa en el West ni se arrimará a esos jóvenes alcoholizados ni a esas chicas que se pasean con el culo al aire sin pudor. En cambio, estas personas estarán a gusto en Vila, en el norte de la isla, o en la civilizada Santa Eulalia.

El cliente británico incívico es excluyente, respecto a los otros visitantes. Como quien cubre un campo de sal para que no crezca nada más. Arrasa con la prosperidad de otros comerciantes, dejando que sean los cuatro de siempre, empresarios ingleses, por cierto; los que se reparten el pastel.

Cambiar el modelo es posible. La pandemia nos lo ha demostrado, y el pueblo merecemos otro tipo de turismo. No tenemos que seguir ligados a este modelo turístico enfermizo, pero tienen que cambiar muchas cosas, y tenemos que abrir la caja de Pandora para que salgan a la luz las rémoras que siguen aferrándonos a este nefasto modus operandi. Llegados a este punto, estoy «rossegant ses garres», por eso, aplaudo de nuevo las palabras de la directora de este Diario.

Respecto al festival del pasado fin de semana impulsado por una emisora de radio, son los mismos empresarios británicos del ocio diurno los que han patrocinado ese despropósito. Observen y verán quiénes están detrás de todas estas desgracias que afectan al ciudadano de San Antonio, y que son los responsables de la imagen de estercolero que damos al exterior.

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