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Ánxel Vence

El vino, para los mayores

Ahora que Feijóo ha vuelto a poner de moda la moderación -con no poco éxito en las encuestas-, un estudio publicado en la revista The Lancet sugiere que el consumo muy moderado de alcohol podría ser preventivo frente a ciertas dolencias. Uno o dos vasos de tinto al día supondrían quizá beneficios para la salud cardiovascular de algunos, siempre que se ingieran a partir de los 40 años. El vino no es para jóvenes.

El mejor efecto se consigue a partir de los 65 tacos de almanaque, jubilosa edad en la que ya se puede tomar alguna dosis más de rioja sin penitencia para el cuerpo. Es el consuelo de los pensionistas que, a esas alturas de su vida, ven cómo el acceso a otros placeres se les va reduciendo inexorablemente.

También podrían disfrutar de una copa de vino, pero no mucho más, aquellos bebedores comprendidos entre los 40 y los 64 años. Con precisión científica, los investigadores cifran en 1,69 para los varones y en 1,82 para las señoras el límite de bebidas standard a partir del cual ya se constatan daños a la salud. Contra lo que se creía, las mujeres parecen tener más aguante.

A los adolescentes, a los veinteañeros y a los treintañeros solo les queda el agua. En su caso, el problema no es tanto el hígado como la carretera. El principal riesgo en este grupo de edad lo constituyen los accidentes de tráfico en los que no es infrecuente que concurra un exceso de alcohol. O las peleas que desata la combinación del gin-tonic con las hormonas disparadas que son propias de la juventud.

El artículo matiza anteriores investigaciones en la misma revista, que años atrás aconsejaban la sobriedad absoluta en cualquier etapa de la vida.

A favor de este leve cambio de opinión está la amplísima muestra del estudio ahora publicado. Los investigadores analizaron datos de hombres y mujeres tomados durante nada menos que treinta años en 204 países.

Se trata de un informe solvente del que se deduce que, a la hora de beber -como a la de votar- lo mejor es ningún alcohol o, en todo caso, no pasarse de copas. Pero alguna sí se puede tomar, moderadamente y dependiendo de la salud de cada individuo.

Tampoco es que la ciencia invite, en modo alguno, a descorchar botellas como terapia para prevenir las enfermedades del corazón.

Apuntan tan solo los investigadores que el vino, ingerido en la parca dosis terapéutica de un vaso o por ahí, podría ejercer un benéfico influjo vasodilatador sobre las arterias, la reducción del llamado colesterol “malo” y la protección del revestimiento de los vasos sanguíneos. Cualquier pequeño exceso en la toma convertiría sin embargo al medicamento en venenosa pócima.

La novedad de este último estudio reside, si acaso, en la mayor apertura de barra que proporciona a quienes se encuentren en edad de jubilación o ya sobrepasada esta. A diferencia de las personas más jóvenes, su cuota de morapio no dañina es algo mayor.

No es pequeño descubrimiento que el vino sea más bien cosa de viejos, a los que incluso podría servir de medicina si no se pasan de dosis. A los chavales se les contraindica, en cualquier caso, aunque mucho es de temer que no todos atiendan estas saludables recomendaciones.

La clave, como en todo, está en extremar la moderación, aunque esto parezca un oxímoron. No hay más que ver lo bien que le va a Feijóo en los sondeos.

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