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Josep Maria Fonalleras

La escasez de mostaza y el fin del mundo

La mostaza tiene un gran predicamento en los textos sagrados. En los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas, se concreta en una parábola. El grano es la semilla más pequeña, pero, si se cuida, se convierte en un gran árbol donde se cobijan los pájaros. En lenguaje bíblico, el grano es como el Reino del Cielo, que empieza de forma humilde y discreta y, gracias a la proclamación del Evangelio, se impone en todo el campo, es decir, en todo el mundo.

Pero bueno, este no es un artículo teológico, sino sobre la mostaza. Los franceses, que son los verdaderos expertos en el producto, no tienen suficiente producción autóctona y compran un 80% del grano en Canadá. Y resulta que en 2021, en Canadá, hubo una sequía sustantiva y se quedaron sin ella. Y, en Francia, en Dijon, que es la patria de la mostaza, una granizada destruyó la cosecha. Y del otro lugar con semillas, Ucrania y Rusia, por motivos obvios no pueden fiarse. ¿Resultado? En Francia no hay mostaza. Los evangelios no son explícitos en este punto, pero todo hace pensar que el mundo se acaba y que se avecina el Juicio Final. Ya me dirán cómo puede resistir una civilización sin ese invento excelso que impulsa las ensaladas y vuelve amorosa la vianda.

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