Diario de Ibiza

Diario de Ibiza

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

José María de Loma

Tipología del pelma

Es complicada la tipología del pelma. Hay quien es un pelmazo cuando habla de su boda o de sus viajes o de fútbol. Podríamos decir que son pelmas sectoriales. Gente agradable pero pesada cuando abordan según qué tema. Pero hay pelmas que lo son siempre. Sin remisión, con vocación. A sabiendas. Nace gente pelma que es consciente pronto de serlo y que persiste en ello perfeccionando su técnica de dar la brasa, la lata, el coñazo.

El buen pelma, que en primer lugar, claro, fue un pelmazo para sus padres, ahora ya adulto, a sabiendas de su condición, elige gozoso un sitio céntrico para divisar mejor a sus víctimas y lanzarse sobre ellas. Suele saludar diciendo que tiene mucha prisa, pero para cuando te quieres dar cuenta ya te ha agarrado del brazo y comienza a caminar contigo contándote lo lista que es su hijo, lo mal que lo hace todo el Gobierno y lo barato que le sale siempre a él ir a comer un arroz, fíjate, con vino y postre y hasta un par de copas que pidió mi cuñado. Si le sigues la corriente le das carrete para horas. Si te callas, habla a sus anchas y le das carrete para horas.

Yo he probado a darme la vuelta e irme. Sin más. No se enfadan. Lanzan un “hasta luego, hombre” y comienzan el avistamiento de una nueva presa. Si al cabo de los días te ve no se acuerda y si se acuerda no sacan el asunto no vaya a ser que te pelees con él y ya no pueda darte la murga ni abordarte. Nunca diga tengo prisa. Les excita más. No diga voy a una reunión: les suena a milonga pero les resulta un reto retenerte dado que en ese momento tu tiempo podría ser valioso.

Con el pelma hay que encariñarse, no suele ser mala persona. Hay que alegrarse de verlo pero en la distancia. Divisarlo, cerciorarse visualmente de que está en forma y con buena salud y salir corriendo en dirección opuesta. Todos hemos sido pelmas alguna vez con alguien. Cuando nos ha invadido una pena o un desengaño, por ejemplo. Pero los amigos buenos no son los que te escuchan y sí los que saben mandarte callar a tiempo. Escuchar está sobrevalorado. Coges fama de que sabes escuchar y ya parece que todo el mundo tiene algo que decir. Se han tragado un altavoz o son locutores. Tampoco deduzca que todo el que habla mucho es un pelma. Abunda la gente amenísima. Hay pelmas silenciosos pero venga mandar correos. Pelmas insistentes para que le hagas un favor que te fríen a emoticonos o a mensajes escuetos pero pertinaces, insistentes, diarios, invasivos. Y luego está el pelmita. Sí, ese que ya apunta maneras pero aún se corta un poco. No baje la guardia.

Compartir el artículo

stats