Diario de Ibiza

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José María de Loma

Hombre previsor

Fabián Arriate no tolera el desorden ni es hombre partidario de hacer planes. Fabián Arriate planifica y así vive tranquilo. Con un mes de vacaciones por delante, ha trazado un plan cuyo detalle ha redactado en una libreta de tapas amarillas y hojas de cuadritos: se levantará a las ocho y media y tras un café y una somera observación de las redes sociales comenzará un paseo por la playa de una hora que concluirá con un baño. A la palabra baño le ha anotado a continuación el término «vivificante», una palabra que le gusta mucho y que aprendió en su adolescencia, cuando el padre Ricardo intentaba desasnarlo. «Estás sin romanizar», Fabiancito, le gritaba el padre Ricardo remangándose la sotana para no arrastrarla por donde acababan de fregar.

Después del baño, cinco minutos, dado que no beneficia al espíritu regodearse en el placer, subiría a casa a realizar sus abluciones y a ingerir un segundo café, una tostada y una manzana. Sería entonces la hora de bajar a hacer la compra, productos frescos, y subir luego al piso para atrincherarse con el aire acondicionado. Un aire que sería puesto en marcha no más de cuatro horas al día, alternando con ratos de abanicamiento o salidas al balcón. Cuatro cigarros al día. Dos horas de lectura que comenzarán a las cuatro de la tarde. No se merienda. La cena antes de las diez. Nunca hidratos salvo los viernes. Una cerveza a mediodía. Una. Vino las noches de jueves, viernes y sábado. El episodio de la serie, a las diez. Si es muy corto, dos.

Fabián Arriate pondrá lavadoras a las ocho y ha avisado a sus amigos de que está disponible para almorzar los sábados y que quizá podría, si se lo avisan con tiempo, cenar un viernes. Fabián Arriate ha adquirido siete camisetas de colores vivos y fresco tejido para ponerse una cada día de la semana durante su mes de vacaciones. Cada camisa se la pondrá cuatro veces, cinco a lo sumo, en ese mes. Quedarán en buen estado para prestar servicio algún día caluroso del otoño, aunque Arriate es corbatero y partidario de la camisa blanca o azul.

Fabián Arriate baja siempre las escaleras a pie pero para subir utiliza el ascensor. Salvo los lunes y martes, para fustigar al cuerpo por los posibles excesos, que no hay, del fin de semana. Tampoco es que sea mucho fustigar viviendo como vive en un tercer piso. En el segundo hay ruido. Y ha estado vacío mucho tiempo. Fabián Arriate, que lleva una camiseta roja y sube a pie con la compra, observa que una señora está indicando a unos obreros que colocan cajas cómo han de culminar la mudanza. Me han dicho que tú eres Fabián, el vecino del tercero, le dice la mujer, alta, bronceada y con un alegre y veraniego vestido celeste. Sí, responde Fabián. «Pues a ver si tomamos un día un cafelito, vecino; cualquier día de estos lo improvisamos», afirma la nueva vecina. Fabián aprieta el paso. Y busca su libreta.

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