Opinión | Desde la Mola

La niña del exorcista

Vivir en este «último paraíso del Mediterráneo», especialmente en el campo donde en ocasiones te visitan (detrás del cristal de mi ventana) alguna pareja de perdices, ahora ya con los perdigones creciendo, el famoso bugs de la Mola con descendencia descarada, o el faisán que al otro lado del linde y en época de celo más parece un concierto de heavy metal que una tranquila ave de final en canelones con salsa de trufa. Precisamente ayer cruzó la carretera, con su parsimonia habitual, uno de sus descendientes lo que te obliga a ralentizar la marcha para no atropellarlo. Todo es una experiencia de sana tranquilidad. Pero a veces (las menos posibles) te desplazas a lo que fue tu residencia de aquel entonces, para gestiones varias. Cumpliendo las normas de la era covid… en el avión, mascarilla obligatoria, que te recuerda en tono amable pero conminatorio, una aeromoza con mando en plaza. Una vez en el autobús del aeropuerto lo mismo, pero con acento latinoamericano. Aquí una salvedad. Se sentó a mi lado un joven (pelirrojo, con piel blanca como leche en botella) no inglés, sino de Edimburgo para arriba, yo diría un apellido Mc de las Highlands, sin mascarilla y rajando por el teléfono (ya empezamos torcido). Luego el tren de Rodalies, con seguridad de Renfe (bueno lo poco que hay) y allí el despiporre… unos (los más) con mascarilla, otros, sin ella. Algunos con el orgullo de no llevarla pese al aviso… en un ‘a mí que más me da’ insultante. El día que alguien escribió aquello ‘Desde el botellón al incivismo’ muchos no estaban. Sorprendía una señora de edad madura (lo que yo entiendo por madura) muy puesta en fiesta de guardar. Con un buen porcentaje de maquillaje disimulador. Sin mascarilla pese a las miradas coercitivas de algunos viajeros… supuse que era por no estropear la ‘obra’ de retoque.

De regreso, cuando creía que lo del incivismo se quedaba en la conurbación (hay gente pa tó) Llego al ‘paraíso’… pensando que aquí sí hemos leído el libro de referencia y tate, en el hospital un aparcamiento en hora punta… claro es para minusválido… te vas y rápidamente la lista de Kentucky ocupa tu sitio, sin remordimiento alguno. Me esperé a ver si, si o si, no. Luego un vehículo del Consell, por aquello de atajar entra en el parquin de tierra por la contraria y detrás una señorita con cara de malas pulgas y mirada de ‘qué pasa, chaval’. En fin, solo me faltó encontrarme en otro cruce a ‘la niña del exorcista’.

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