Diario de Ibiza

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Mercedes Barona

La altura está sobrevalorada

Siempre que se describe físicamente a alguien se dice lo guapo que es, lo bien que viste, qué buena estatura... Alto. Ser alto como virtud suprema. Como ustedes comprenderán, para alguien que soluciona sus «problemas» de tamaño subiéndose a unos tacones o a una banqueta, según los casos, lo de ser alto no es una cualidad imprescindible.

Así que escuchar al inefable Tezanos decir que lo que ocurre con Pedro Sánchez es que le envidian porque «es más alto y agraciado», produce entre risa y vergüenza. Entiendo que hay quien debe su cargo a aceptar todo lo que sus superiores le hagan tragar (?), y que un buen sueldo, un sueldazo en realidad, y un pedazo de la tarta del poder son motivos suficientes para genuflexiones, baboseos y postramiento, allá cada uno, si vende su integridad al postor que mejor la paga.

Pero reconozcan que si lo mejor que se puede decir de alguien es que es más guapo que otro, a no ser que sea Velencoso o David Gandy, apañados vamos. Ni buen estadista, ni avezado estratega, ni político coherente... no: alto y bien parecido como triste tarjeta de presentación para un presidente del gobierno. Imaginen que lo más destacado de Thatcher con el paso de los años fuera lo impecable de sus trajes de chaqueta. O que la carrera de Adolfo Suárez quedara resumida en que tenía pelazo.

Ya sé que estamos en la era de la imagen, de los gestos y la pose estudiada; el corte de pelo del ex vicepresidente podemita ha llegado a abrir los informativos, igual que su pareja, y por eso ministra, vistiendo de firmas exclusivas para Vogue mientras rajaba de castas y privilegios. La barba o no de Abascal, la puesta en forma y retoques de Ayuso, los modelitos de Díaz... están muy bien como entretenimiento siempre que no olvidemos lo importante: son servidores públicos, a los que pagamos, generosamente, para que hagan su trabajo lo mejor posible y gestionen nuestros dineros e intereses de manera eficaz.

Ser guapo o guapa ayuda bastante, igual que ser educados y amables, para conseguir trabajo, relaciones o casi cualquier cosa, pero no deja de ser eso, una tarjeta de presentación que luego requerirá algo más tras la fachada.

Ni compren libros sólo por la portada, ni crean que una buena fachada es más que eso, fachada. Ya lo decía la canción: «Eres alta y delgada como tu madre, morena salada... pero tienes bigote como tu padre». Para todo lo demás... un buen taburete.

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