Opinión

Arrinconando

Eescucho una entrevista en la radio. Hablan de cómo la gente está saturada de noticias sobre la pandemia, la guerra y la inflación. La gente está cansada de tantas malas noticias, y de manera muy especial de cómo se plantean. Tratar las malas noticias que cada día azotan nuestra realidad sin una pizca de esperanza, con un fondo totalmente desesperante, sin una visión de futuro iluminador, hace que se nos hundan en una profunda tristeza.

Los comunicadores deben realizar un esfuerzo para transmitir la realidad, sin maquillarla, de manera que despierte curiosidad para seguir informado y con ganas de seguir formándose sobre el tema que se transmite.

Es difícil mantener la atención del interlocutor y a la vez muy necesario. Debemos intentar que la Humanidad tenga conocimiento del sufrimiento de las personas que son víctimas de las guerras, de la mala distribución de la riqueza, de las muertes de los que saltan la valla, de la gente que vive en condiciones pésimas porque no llegan a final de mes. El desconocimiento de la realidad nos impide poner soluciones a los problemas. Si no tengo el diagnóstico de lo que me sucede difícilmente podré poner solución a lo que me duele. No podemos vivir a espaldas de lo que sucede y necesitamos información veraz que nos mantenga con ganas de conocer más para así evitar caer en los mismos errores de siempre.

Cuando vivimos a espaldas de la realidad no somos capaces de reaccionar positivamente al grito desesperado de tantos hermanos nuestros que claman justicia y dignidad. Serán cada vez más los que vengan a nuestras fronteras en busca de una nueva oportunidad mientras vivimos encerrados en nosotros mismos, en una sociedad individualista y egocéntrica en la que ya no nacen niños y nos necesitamos más los unos a los otros.

A menudo nos sucede lo que decía San Pablo: «Pues no hago lo bueno que deseo, sino que hago lo malo que no deseo» (Rom, 7.19). Necesitamos la paz, necesitamos vencer los egoísmos y divisiones en este fin de semana que celebramos el Corazón de Jesús. Y pedirle a Él que nos haga descubrir el auténtico sentido de la vida, de nuestra vida y la de nuestros hermanos que sufren.

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