Con el subidón que nos provoca ver calles, playas, paseos, restaurantes y negocios de todo tipo repletos de ávidos turistas se nos ha olvidado que acabamos de salir de una crisis morrocotuda. Tenemos memoria de pez. ¿Por dónde iba? Sí, eso: que tanto boato y lujo nos ciega y que no vemos más allá de la cuenta de resultados... de unos pocos. Tiene que venir la ONG Cáritas para despertarnos a base de datos, todos ellos duros de digerir; cuesta reconocer que en esta maravillosa isla que llevamos décadas ordeñando rascas un poco y te sale un pobre. Es lo que hay, porque desde hace un tiempo los nuevos pobres cobran nómina. Cáritas explica que está atendiendo a un 38% más de gente necesitada (vecinos nuestros) que antes del covid, y alerta de que a pesar de la reactivación económica, de ese glamur que desaparecerá en cuatro meses y que nos impide ver las sombras de esta sociedad, quienes sufrieron más la crisis del puñetero virus siguen en situación de precariedad. Pero nosotros a lo nuestro. A contar avioncitos y turistas, a quejarnos de que este año «gastan menos» y que ponen morritos si les triplicamos el precio de una cerveza. Qué poca clase... Con qué poquito nos aturullamos y qué fácil nos ponemos de perfil ante lo importante.
