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Juan José Millás

Vivir en pecado mortal

La gente que mata lo imagina antes de hacerlo. Pongamos que uno tiene una abuela rica a la que espera heredar. Pongamos que la abuela va cumpliendo años sin morirse (es posible: véase Isabel II). Pongamos que el nieto comienza a adquirir deudas a cuenta de una herencia que no llega. Pongamos que el nieto se mete un día en la cama y fantasea con la defunción de la anciana. ¿Quién no ha imaginado que alguien se muere? Ese es sin duda el primer paso. El segundo, imaginar que matas a ese alguien. La mayoría de la gente se queda en el primer paso, que también tiene sus peligros. Yo mismo imaginé de niño que se moría un profesor al que odiaba. El caso es que se murió y, debido al pensamiento mágico propio de la infancia, pensé que lo había matado yo. Me remordía tanto la conciencia que ni siquiera llegué a confesarme y viví en pecado mortal durante varios años, expuesto a tener un accidente e ir al infierno de cabeza. Ya de mayor, hablándolo con mi psicoanalista, logré liberarme de aquella culpa antigua. Aunque no del todo, si he de ser sincero.

El segundo paso, como decíamos, es el de imaginar que matas. Supongamos que con veneno. El veneno, si eres hábil, no deja rastro y a las ancianas, por lo general, no se les practica la autopsia, pues se supone que mueren de viejas. O sea, que envenenar a tu abuela rica no debería ser tan complicado. De momento, el crimen permanece en el ámbito de la fantasía y en la fantasía todo está permitido. Puedes imaginar que has enterrado ya a la abuela y que te das la gran vida con su herencia. Ahí estás, en los mejores hoteles, pidiendo caviar y disfrutando de la sauna y de las aguas termales del establecimiento de lujo.

Tal vez, para ampliar esa fantasía, entres en internet y busques información acerca de los venenos más difíciles de hallar en el cadáver. Hasta ahí, bien. Todo se puede imaginar, pero no todo lo que se imagina debe llevarse a la práctica. Pero supongamos que lo haces, que finalmente envenenas a la abuela. ¿Qué fue lo que te ayudó a dar el salto de la fantasía a la realidad? Esa es la gran pregunta. Si fuéramos capaces de responderla, mataríamos menos a las abuelas.

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