Diario de Ibiza

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Miguel Ángel González

Desde la marina

Miguel Ángel González

De 'castell' a parador

El Institut d’Estudis Eivissencs ya denunció en su momento el destrozo que las obras del futuro Parador estaban provocando en el Castell de Ibiza, con una intervención en muchos aspectos cuestionable y que, por cierto, ha tenido y todavía tiene una inaceptable opacidad para la ciudadanía. Es cierto que, durante muchísimos años, -demasiados-, el abandono del edificio era tal que daba vergüenza constatar el progresivo deterioro de sus paramentos que eran casi una ruina. Tal vez por ello ha sucedido lo de otras veces, que lo que nosotros desde dentro no hemos sabido preservar, ahora lo aprovechan desde fuera otros que aparecen como ‘salvadores’. Mucho me temo, sin embargo, que una gran mayoría hubiera preferido salvar el edificio en lo que es, un elemento patrimonial de primer orden para un uso que no fuera un mero negocio, un hotel, que eso es un Parador. El caso fue que, dado el mal estado que tenía el Castell, nos resignamos y vimos como un mal menor que, de la manera que fuese, se consolidara definitivamente el edificio.

Y nos tragamos lo que implicaba el ‘cambiazo’, convertir el Castell en hotel, aunque ello implicara su desfiguración. Porque, no nos engañemos, el hecho de que se hayan detenido las obras en varias ocasiones para preservar algunos elementos arqueológicos, no ha impedido dar al traste con otros que son ya irrecuperables.

La conclusión a la que llegamos es que el Parador nos restituye relativamente preservado el epitelio del Castell, sus fachadas, su cascarón externo, pero con el conjunto del edificio sustancialmente transformado y en muchos aspectos irreconocible. Hubo en su momento propuestas más respetuosas y menos agresivas, pero no prosperaron. La cuestión ahora, tras unas obras que han sido y son la historia de nunca acabar, es ver hasta dónde llega la mixtificación, hasta qué punto se le roba al edificio el sentido y el aura que tuvo. Si uno piensa en otros Paradores, lo que ve en ellos –va de suyo- son vestíbulos, salones, habitaciones, incluso piscina, es decir, instalaciones hoteleras que, siendo magníficas, son una mala caricatura de su pasado que poco tiene que ver con lo que fue el edifcio. Hago votos para que la sensibilidad de Paradores no exagere la nota y no nos borre del todo una historia que nos pertenece.

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